La siguiente carta familiar fue escrita, leída y dedicada con motivo del levantamiento de cruz, el día 31 de diciembre de 2020:
Querido papá...
Hoy en la familia volvimos a despertar, como nos ha sucedido desde hace 9 días de tu partida, sin querer una referencia exacta de la hora, del día, ni de la fecha; sin embargo, tú nos enseñaste a enfrentar el dolor de la vida, a mantener la paciencia, a retener la serenidad y tomar las cosas con calma, en los momentos de mayor adversidad, principalmente en los días de profundo dolor, como tú lo hiciste cuando en tus brazos falleció tu querido Papá: el abuelito Abdón, cuando perdió la vida Mabel, nuestra primera hermana, y más recientemente que debiste enfrentar directamente la muerte de tu amada Mamá: la abuelita Josefa, así como el de tu querido hermano: el Tío Rubén, y la de muchos familiares cercanos y seres muy queridos, que tenías grabados en tus sentimientos, entre ellos el Tío Manuel, la Tía Jesusa, El Tío Mariano, El Tío Juan, La Tía Lupe, El Tío Agustin, La Tía Rafaela, tus compadres: Jovita y Felipe, Darío, y tantos más.
En cada uno de esos golpes, querido papá, seguramente estaba la lección que nos platicabas, diciendo que uno se lamenta, que uno reniega, que muchos lloramos por lo que ya se perdió, y decías que el desahogo es inevitable, pero nunca hay que renunciar a la paciencia, ni a la calma, porque en un momento, en un instante nos permite ver un tesoro de vida, y ese tesoro somos todos los que nos quedamos y seguimos siendo una familia viva y unida, que esta con pesadumbre, que esta con desolación, pero que todos seguimos en la senda de la vida a cumplir con nuestra misión, la que Dios nos encomienda y el Destino nos marca, por eso querido Papá, hoy estamos unidos dándole más oportunidad a la calma, a la tranquilidad, a la reflexión, e invocando la resignación.
Querido papá... tu vida nunca será una leyenda, porque sobretodo ya será una historia viva, la de un gran conjunto de ideas, de pensamientos, de reflexiones, de enseñanzas, de propósitos, de aspiraciones y de principios, que nos has dejado como una gran herencia moral, a tus hijos y tus nietas.
Desde muy joven tuviste la convicción y la actitud de un hombre íntegro, honesto, humilde, prudente, trabajador y muy comprometido con tus ideas.
Al dejar tu casa e irte a estudiar la secundaria, aprendiste la importancia de los sacrificios, de los ideales, de los propósitos y del apoyo para lograr todo eso. Ya en las aulas, tu obtuviste el conocimiento, la vocación y el arte de enseñar, lo que te convirtió desde los años 50s en un profesionista: un maestro rural, itinerante, sin miedo a trabajar en cada municipio, en cada comunidad en donde te tocó impartir tu postulado de enseñanza y de educación, lo mismo frente a un grupo de alumnos, que frente a un grupo de autoridades y padres de familia, para echar a andar una escuela a tu cargo.
En tu desempeño profesional y personal, también aprendiste la importancia de los ideales, de las personas, y de la organización para perseverar en las cosas, por eso lograste que en los distintos comités y organizaciones en que participaste, se hicieran cosas que podrían ser impensables, como poder construir el puente del pueblo, pavimentar una carretera, lograr mayores derechos para tu gremio o fundar una escuela, o un colegio capaz de crecer desde una estructura de palitos y tejabanes, hasta un edificio.
Tu trabajo y tu desempeño fue tan importante como tu sentimiento, desde aquel momento en que tuviste un alma gemela, que originó en ti un compromiso de amor, de cercanía y de solidaridad, y ya en los años 60s formaste una familia a la que nunca le escatimaste tu bondad, tu cuidado, tu amor, tu apoyo e incluso tus preocupaciones. Pero al forjar tu vida, querido papá, llevaste tu sabiduría hasta tu familia, por lo cual nos diste una niñez estable y tratando de protegernos de la pobreza, pero lo más relevante fue que nos enseñaste a decidir usando la reflexión, la comprensión, la imparcialidad y el buen juicio, cada vez que nos platicaste de los casos que conociste, de cuantas cosas sucedieron por falta de justicia, por falta de comunicación, por falta de prudencia, por falta de tacto, que echaron a perder personas, familias y propósitos. Cada una de esas cosas son momentos desgraciados que todos deberíamos siempre esquivar, porque inevitablemente conducirán al rencor, al odio, a la envidia, al arrebato, a las malas intenciones y al mal fario, dejando a las familias, a los parientes o a los amigos, unos contra otros.
Querido papá, después de tu partida queremos decirte que preservaremos tu memoria viviendo conforme a tu gran herencia moral, tu acervo cultural. Fuiste testigo que tus hijos y tus nietas asumimos tus ideales y tus propósitos, por eso te damos las gracias de forjarnos como profesionistas. Asimismo, sabes que seguimos perseverando y estamos logrando las cosas que son importantes y que te enorgullecían. Y sobretodo, lo siguiente: aprendimos a vivir esquivando los malos momentos y conducirnos como personas de bien bajo tus tres principios: nunca pelear entre nosotros, ayudarnos en las buenas y en las malas y siempre vivir con paciencia y tranquilidad.
Gracias Papá, siempre estarás satisfecho de tu querida familia, ahora puedes ir en paz al reino de Dios, nosotros estaremos bien y te tendremos siempre en nuestras oraciones y nuestros corazones...
A un año de su partida duele, y duele mucho todavía, es una herida en el alma, que sanará poco a poco, pero el siempre está vivo en nuestro corazón y en cada rincón de la casa ahí esta presente con su enorme sonrisa. Que en paz descanse en el reino de nuestro Señor jesucristo.
ResponderEliminarA un año de su partida duele, y duele mucho todavía, es una herida en el alma, que sanará poco a poco, pero el siempre está vivo en nuestro corazón y en cada rincón de la casa ahí esta presente con su enorme sonrisa. Que en paz descanse en el reino de nuestro Señor jesucristo.
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