En mis años de la escuela primaria fue cuando mi querido Papá Arturo Rosales Toledo me regaló 3 libros que ahora añoró, los títulos eran: Mangocho, Historias de Azulita y Rompetacones, y Cuentos y Fabulas Tradicionales. En mi memoria quedo anclado el recuerdo de una fabula del águila y la tortuga, que leí en este último libro, y que se parece pero no es igual a ese cuento que actualmente puede leerse en distintas paginas de Internet.
En aquel entonces lo que leí me encantó y me impactó, porque el relato decía mas o menos así: Un día nació una tortuguita curiosa que empezó a explorar la playa, el mar y el cielo, y de todo lo que iba descubriendo le causó mayor asombro ver el vuelo de una majestuosa águila, entonces cada día la tortuguita nadaba por el mar hasta un islote con una peña adonde se trepaba y poder ver hacia arriba, buscando el vuelo del águila. Desde las alturas el águila miraba cada día a la tortuguita montada en la peña 😎.
Sucedió que al poco tiempo el águila bajo a la peña para conocer a la tortuguita y esta se emocionó tanto admirándola porque podía desplazarse tan rápido, porque podía subir al cielo cuando quisiera y desde ahí dominar todo el panorama, y además porque al volar era imponente; el águila envanecida por tales palabras preguntó a la tortuguita en qué le podía ayudar, la tortuguita le pidió que le enseñara a volar, el águila se negó diciéndole que no era posible porque en vez de alas solo tenia patas, y la tortuguita insistió pidiéndole que le fabricara unas alas, el águila se negó porque le dijo que eso era muy costoso, entonces la tortuguita saco de su caparazón una perla y se la ofreció para pagar el costo. Inmediatamente brillaron los ojos del águila y pregunto dónde había obtenido la perla, la tortuguita le dijo que en su camino por el mar había muchas ostras con perlas, entonces el águila hizo un trato con la tortuguita para llevarla al día siguiente en una experiencia de vuelo por los cielos, a cambio de otras 2 perlas. Esa noche la tortuguita no podía dormir de tanta ansia esperando, imaginando, maquinando lo que sería esa experiencia de vuelo.
En el nuevo día la tortuguita pago lo convenido y el águila se dispuso a cumplir tomando entre sus garras el caparazón, entonces la tortuguita cerró los ojos, escuchó el aleteo del águila y empezó a sentir cómo le pegaba la suave brisa; cuando volvió a mirar se asombró de esa vista aérea del mar, de la playa, del islote y de sus habitantes que eran otras tortugas, cangrejos, gaviotas y focas, entonces gritó: -¡Puedo volar, puedo volar!. Viendo su emoción el águila se animó a llevarla un poco más alto y le dijo a la tortuguita : -¡Hasta aquí llegaremos!, pero la tortuguita le pidió: -¡Llevame más alto, por favor! el águila subió un poco más escuchando su jubilo:
-¡Yupiii... Puedo volar, puedo volar!
-¡Hasta aquí llegaremos!- dijo el águila.
-¡Nooo... Llevame más alto, por favor!- pedía la tortuguita.
El águila siguió subiendo pero cada vez que alcanzaba más altura la tortuguita le suplicaba volar todavía más alto. Y sucedió que en este esfuerzo el águila se debilitaba y le dijo a la tortuguita que ya era el limite, entonces la tortuguita le señaló un nube nimbus y le pidió que solamente la llevara hasta ahí y ya no exigiría nada más, el águila le dijo que era peligroso y la tortuguita le prometió pagar con otras perlas, el águila acepto pero advirtiéndole del riesgo e hizo un último esfuerzo para alcanzar las nimbus. Nuevamente se escuchó el jubilo de la tortuguita:
-¡Yupiii... Puedo volar, puedo volar!
Lamentablemente con cada aleteo el águila seguía debilitándose, al llegar a la nimbus una ventisca le afectó y ya no tuvo más fuerza para sostener el caparazón de la tortuguita, y la soltó... de pronto esa tortuguita se sitió liberada e imitó un aleteo fuertemente con sus patas mientras gritaba:
-¡Puedo volar, puedo volar! ...
Pero la tortuguita se dio cuenta que realmente estaba precipitándose hacia el vacío, caía a la tierra con más y más velocidad, hasta que solamente se escuchó un terrible golpe y todo quedo en silencio.
En el ambiente se empezó a escuchar una música celestial y el eco de una frase que decía:
-¡Ya puedo volar...!
Gradualmente se veía la silueta de una tortuguita, con alas, que se elevaba hacia el paraíso tocando una lira y exclamando:
-¡Ya puedo volar, ya puedo volar! ... 😄
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