Desde los tiempos de la civilización griega, los grandes pensadores han intentado desentrañar los misterios de la vida, la muerte y las fuerzas que separan el bien del mal. Este anhelo por comprender no es un simple ejercicio intelectual, sino una necesidad inherente al ser humano: hallar sentido y dirección en nuestro paso por el mundo. En este contexto, el evangelio emerge como una guía espiritual que muchos adoptan para vivir con esperanza.
Las enseñanzas de Cristo, en particular la pasión que culminó en su sacrificio nos invitan a interiorizar valores de justicia y compasión, desterrando el odio en favor de un amor puro e inmenso. Para el Profesor Arturo Rosales Toledo (ART), el consejo de Cristo: "Amar a tu prójimo como a ti mismo" siempre significó una exhortación a superar nuestras limitaciones y egoísmos personales, para vivir en armonía y servir a los semejantes. Además, desde Sócrates hasta los pensadores modernos como Noam Chomsky, nos ha provisto de ideas, paradigmas y conceptos para reflexionar sobre nuestro modo de vida, ejerciendo una virtud y discerniendo las intenciones detrás de nuestras acciones.
Al combinar el pensamiento filosófico con las enseñanzas del evangelio se construye una base de reflexión que desafía a las personas a comprender su propósito en el mundo actual, frecuentemente dominado por el materialismo y el egoísmo extremo. A continuación posteamos una playlist con los coros gregorianos apropiados para exponer 5 reflexiones extraídas del Nido de Ideas, el texto donde el Profesor ART escribió las nociones, las creencias y opiniones que fueron su código personal de vida, por eso sus acciones siempre estuvieron fundamentadas en la libertad, la honestidad, la paciencia y el pensamiento, que fueron las virtudes de integridad que representaron sus principios personales hasta su último aliento de vida.
1. La Natividad, la Gracia de Vivir y la Misión en la Vida
En sus reflexiones del Nido de Ideas el Profesor ART sugiere que la vida puede ser un enigma complicado de entender, pero todo el entendimiento surge de una respuesta integra ¿Qué significa realmente nacer con un destino, tener una misión y ser una buena persona? La natividad del ser humano es un regalo divino, es el inicio de un camino que Dios nos ofrece lleno de oportunidades para experimentar. La gracia de vivir reside en todo ese tiempo que Dios nos otorga, donde hay momentos de oportunidades para enfrentar retos, de resolver dilemas, de disfrutar las alegrías o la felicidad que da la complacencia y esa satisfacción que emana de las buenas acciones y experiencias, con ello se cumple un destino personal.
El destino es el plan divino que Dios tiene para cada uno de nosotros, dentro de un orden tácito. No se trata de buscar resignación alguna en la sentencia de Dios, sino de entender nuestro rol y qué hacer en el gran esquema de la vida que Dios concede, por ello, vivir con un propósito no es simplemente existir; al nacer cada ser humano tendrá una misión especial para guiar su modo de vivir.
En su obra “El Mártir del Gólgota”, Enrique Pérez Escrich escribe que el joven Dimas fue un huérfano, maltratado, agredido que decidió ganarse la vida como ladrón, siendo muy joven se convirtió en jefe de una banda de temibles forajidos que acumulaban riqueza robando a diestra y siniestra, sin embargo, cuando Dimas se encontró con Jesús, María y José que huían de la furia de Herodes, esto marcó un punto de inflexión en su vida. Dimas siguió robando, pero en su mente se aclaraba que tenía un destino irremediablemente ligado a la pasión de Cristo, y le surgió una devoción por la cual fue perdonado teniendo que cumplir la misión de acompañar a Jesús en todo su calvario, hasta aceptar el sacrificio de su vida al lado del Hijo de Dios.
La misión, aunque no siempre es clara desde el principio, se revela a través de la fe, el discernimiento y las bendiciones, siendo un compromiso activo con los valores y principios que ennoblecen nuestra alma y nos acercan a Dios. Algunas personas encuentran su propósito en el servicio y la ayuda a los demás, otras tienen su misión en la búsqueda de la verdad, del conocimiento, de la justicia, de la bondad, en la creación, en las artes y en proteger la belleza del mundo. Lo esencial es que, independientemente de la forma que tome, esa misión impulsará a cada quien para vivir una vida de ejemplo, donde las acciones reflejen que hay una predisposición de las personas para promover efectivamente un amor al prójimo, por ello, vivir con conciencia de nuestra misión y destino es una preparación hacia una existencia más libre y superior.
Ahora es momento de escuchar la siguiente canción de la playlist del coro Gregoriano para meditar con esta primera reflexión.
2. La Vida, el Espíritu y las Posesiones
El Profesor ART argumenta que nuestro modo de vivir debiera permitirnos realizar numerosas acciones benevolentes, actuando con humildad, con caridad y compasión hacia los demás. Al vivir teniendo una misión asumimos nuestra fe y dedicación a los principios evangélicos. Particularmente mediante la oración y la meditación fortalecemos nuestra espiritualidad, encontrando conexión y consuelo en nuestra relación con Dios. Esta conexión espiritual nos impulsa a vivir de manera que nuestras vidas se alineen con el plan divino. Aquí, las enseñanzas filosóficas contribuyen con las ideas de la virtud y la intención de nuestras acciones y su impacto en nuestros semejantes, como medios básicos de una vida de satisfacción espiritual.
Sin embargo, en esta época cada vez predomina más y más el egoísmo, la envidia, la avaricia y el robo de los grupos hacia la gente, de las familias hacia los grupos y de las personas despojando a otros, incluso a su propia familia. Tener posesiones materiales y riqueza no es algo prohibido, pero nunca debería ser la misión de nuestras vidas, sino un medio para servir a los demás y una gracia de vivir. Las riquezas son como bendiciones de Dios que prueban la bondad del ser humano, por eso debemos utilizarlas sabiamente para ayudar con caridad, con humanidad, con desinterés a quienes carecen de medios para vivir o que necesitan de ayuda para su misión en la vida.
La filosofía plantea lo transitorio de lo material y la verdadera esencia de lo espiritual, lamentablemente las personas no siempre asimilan esta dualidad, hasta que están cerca de su muerte. Por ejemplo, a pesar de sus importantes contribuciones a la astronomía, como fueron sus observaciones planetarias y su desarrollo de instrumentos astronómicos durante los años del oscurantismo medieval, el astrónomo Tycho Brahe vivió una vida marcada por los excesos, el egoísmo y la ambición, su carácter fuerte y a menudo arrogante lo llevaron a conflictos y desplantes con las personas que necesitaba o rogaban de su ayuda. En su lecho de muerte, mientras agonizaba por una terrible infección, solo exclamaba: "Díganme que no he vivido en vano...", quizás logró la salvación debido a la generosidad de otro gran astrónomo, Johannes Kepler, el gran teórico de la gravitación universal.
Ya en la sociedad moderna y supuestamente más evolucionada y comprensiva, Erich Fromm explicaba que el sistema económico provoca un énfasis excesivo en la acumulación de propiedades, caracterizando a las personas como "tenedoras de bienes", llevándolas a existir en una vida superficial, alienante porque su identidad depende de las posesiones, eso implica un vacío existencial que se llena de pura banalidad. En contraste, el "auténtico ser" esta pleno de conciencia, de meditación, de espiritualidad y de libertad y crecimiento personal, entrando en una vida más plena, significativa y trascendental.
Ahora es momento de escuchar la siguiente canción de la playlist del coro Gregoriano y meditar con esta segunda reflexión.
3. La Muerte, el Destino y el Final
La reflexión del Profesor ART sobre la muerte subraya que este evento asusta a muchísimos, porque representa el suceso donde las actitudes y banalidades de la vida tienen su límite, siendo un final definitivo del ser humano para el cual nadie esta preparado. Como reza la inscripción de Amado Nervo en mucho panteones como el de su pueblo Tezoatlan, Oaxaca: “Descúbrete mortal la frente inclina, que el orgullo mundanal aquí termina”, ¡ante la muerte no hay evasivas!, sin embargo ¿Cuántas personas que recitan perfectamente los versículos de las sagradas escrituras, o que se consideran religiosas porque acuden continuamente a sus templos, han entendido que morir no es una desgracia, sino la última gracia de vivir?
La resurrección de Cristo es el más grande testimonio de la victoria sobre la muerte, demostrando una vida en la presencia divina para las personas que asumen las enseñanzas del evangelio. Al margen de la religión, la muerte ha sido un tema polémico entre los grandes filósofos, por eso el Profesor ART se sorprendía de las posturas de pensadores como Kant y Sócrates, específicamente, Kant afirmaba que la muerte, sin duda: “es uno de los más crueles y dolorosos desencuentros a los que el ser humano se enfrenta”, lo que comprobó en el invierno de 1803, muriendo de un shock neurogénico mientras murmuraba: “¡Es suficiente, ya basta…!”; por el contrario, Sócrates creía que la muerte: “es una liberación del alma abandonando el cuerpo, en una transición hacia un estado más puro de existencia”, quizás por ello, cuando fue condenado a muerte bebiendo la pócima de cicuta todavía dio un paseo con la ansiedad de esperar un gran momento, luego tomó la fatal bebida y se recostó esperando la muerte, en su último aliento de vida pidió a su discípulo Critón pagar una deuda: “-debemos un gallo a Asclepio, págaselo y no lo descuides…” Así finalizó tranquilamente su vida, y quizás su alma fue liberada como él lo creía.
Entonces, tanto el evangelio como la filosofía sugieren que la misión en la vida y el destino finalmente confluyen en un estado de plenitud y sublimación espiritual del ser humano. Esto se lograría al vivir conforme a las enseñanzas evangélicas, venerando a Dios, amando al prójimo y llevando una vida de compasión, asimismo, la filosofía agrega la virtud y la conciencia, por ello, la muerte, el destino y el fin de la misión están interconectados. El destino nos guía en nuestra misión, alienta la conciencia que nuestras vidas tienen un propósito mayor en el plan de Dios. El fin de nuestra misión es la realización de ese propósito, alcanzando la plenitud que nos prepara para una vida más trascendental, que es eterna.
Ahora es momento de escuchar la siguiente canción de la playlist del coro Gregoriano y meditar con esta tercera reflexión.
4. La Vida Eterna, el Alma y la Esperanza
Decía el Profesor ART que la vida eterna es quizás la máxima promesa divina, que implica una nueva existencia al lado de Dios, superando el umbral la muerte. Aunque la ciencia todavía no tiene un método que permita comprobar los testimonios de las personas que han tenido Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM), la evidencia más contundente de una vida después de morir es, sin duda, la resurrección de Cristo. Tres días después de su crucifixión, la abatida e incrédula María Magdalena escuchó a Jesús preguntarle: “¿Por qué buscáis a los vivos entre los muertos?”. Filosóficamente el alma se considera inmortal, al respecto Pitágoras creía que tras la muerte física iniciaba “la transmigración del alma”, manifestándose en la búsqueda de un nuevo ente donde vivir; por su parte, Santo Tomás de Aquino filosofaba con un alma activa “que da forma a los seres vivos porque es lo que les da realidad plena”, por ello , el alma que es la verdadera esencia del ser, no se agota ni se extingue, en consecuencia permitirá una manifestación de la existencia aún después de la muerte del cuerpo, alimentando la esperanza de la vida eterna.
La esperanza es una fuerza poderosa, que según San Pablo: “nos permite aguardar con confianza la realización de las promesas”, especialmente de aquellas con una esencia divina. Entonces, se convierte en una motivación poderosa que nos impulsa a superar obstáculos en la búsqueda de una vida más plena y significativa. El Profesor ART creía que la esperanza permite enfrentar las adversidades y particularmente la muerte con la certeza de que nuestra vida está en las manos de Dios y que su plan divino ha sido, y seguirá siendo bueno.
Ahora es momento de escuchar la siguiente canción de la playlist del coro Gregoriano y meditar con esta cuarta reflexión.
5. Dios, el Amor y la Fe
Desde la fe cristiana, Dios es el creador y sustentador del universo, una presencia ubicua, cercana y amorosa, que influye definitivamente en nuestras vidas. Su amor infinito nos provee del regalo de la vida, y decía el Profesor ART, también nos otorga una misión y un destino que habremos de cumplir.
La noción de un Dios supremo rector de la vida humana ha sido objeto de reflexión filosófica. Aristóteles creía en un "Primer Motor" que proveía del movimiento y existencia a las cosas, siendo un concepto compatible con la idea de un Dios creador y sustento de todo lo que existe. Por su parte, Spinoza creía que de haber un Dios entonces es la única sustancia infinita y eterna, equivalente a la Naturaleza, pero Dios no es un ser personal que interviene en los asuntos humanos, sino la esencia misma de todo lo que existe. Einstein, influenciado por Spinoza, compartía una visión similar, viendo a Dios como la inteligencia suprema que se manifiesta en la existencia del cosmos, sin embargo, cuando afirmó que "Dios no juega a los dados", Einstein resaltaba su creencia en un universo regido por leyes precisas y determinísticas que atañen a todo el mundo, lo cual sustenta la argumentación evangélica de la realización de un plan divino.
En ese plan de Dios quizás el mandamiento más grande sin duda es el amor, de tipo incondicional, que debería reflejarse en nuestras acciones diarias, cuando interactuamos con los demás, porque es un impulso que da actitud, eleva el alma y conecta con lo trascendental. Particularmente, el amor de Dios es el principal nutriente de la fe. San Pablo decía que: "la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, tener fe es tener la confianza en lo que no se percibe, la certeza de lo que se espera sin permitir las dudas, las incredulidades, ni las intrigas, por ello es la base de la relación humana con Dios, permitiéndonos creer en su plan divino, incluso en tiempos de incertidumbre, opinaba el Profesor ART, esta fe traspasa lo inmediato y lo material convirtiéndose en un brújula espiritual, orientando nuestra existencia hacia lo trascendental, porque esa fe implica valores, principios y aprendizajes en la gracia de vivir, que trascienden.
Ahora es momento de escuchar la penúltima canción del coro Gregoriano y meditar con esta última reflexión.
En Conclusión
Las cinco reflexiones anteriores ofrecen la visión detallada del Profesor ART según su experiencia de vida, su manera de pensar y de entender el orden de las cosas, tratando de proporcionar a los suyos: hijos, nietos, familiares y amigos, un argumento que nutra positivamente la gracia de vivir, con un propósito y misión.
La muerte, aunque temida, es solo un paso más hacia una vida eterna en la presencia de Dios, recordándonos que nuestras acciones en la vida tienen algún efecto para alcanzar o alejarnos de esa eternidad. El alma, inmortal y constante, guía nuestras vidas a través de la esperanza y la fe, preparándonos para esa existencia más elevada.
En la compasión, la justicia y el amor incondicional encontramos la verdadera realización de nuestra misión. Vivamos con la firme convicción y enorme confianza en que el plan divino de cada quien es inquebrantable y se cumplirá de la mejor manera. Nuestras vidas no deben definirse por la acumulación de bienes materiales, sino por la calidad de nuestras acciones y la profundidad de nuestro amor por los demás, empezando con nuestros seres queridos y quienes nos rodean, reflejando en cada momento la iluminación interna y divina que nos guía.
El profesor ART probablemente recomendaría que vivamos con plena conciencia de nuestra misión, que nuestras vidas sean un testimonio constante de compasión, bondad y justicia, mostrando en cada acto de amor y fe un acercamiento al reino etéreo, que es el dominio de Dios. Así, crearemos un impacto positivo y duradero, reflejando la luz divina hacia una existencia más plena, trascendental y de gran paz.
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