del Profr. Arturo Rosales Toledo

¡Gracias por tu legado!

¡Gracias por tu ejemplo de vida!

¡Gracias por tus enseñanzas!

¡Gracias por dejarnos tus recuerdos!

¡Gracias por enseñarnos a vivir!

¡Gracias por tu apoyo!

¡Gracias por tu sabiduría!

¡Gracias por tu ejemplo de vida!

¡Gracias por sus esfuerzos!

¡Gracias por mostrarnos el mundo!

¡Gracias por enseñarnos tu solidaridad!

¡Gracias por motivarnos a crecer!


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enero 03, 2025

En esta época del año llena de alegría y reflexión, es un momento perfecto para celebrar con nuestros seres queridos, valorar lo que tenemos y reflexionar en lo que esperamos, pero que será la obra de las acciones y decisiones de cada uno, por eso también en esta época hay que darse tiempo de considerar los cambios positivos que cada quien podemos hacer en nuestras vidas y que empiezan por los deseos y los propósitos.

En la siguiente publicación se expresan los deseos para que cada familiar del profesor ART, tenga un maravilloso y próspero año 2025:


Liz:

En el aula de tus clases deseo que reine la armonía, con tu sabiduría como guía, que tu corazón esté lleno de entusiasmo y pasión, al enseñarle a tus alumnitos inspirándolos a aprender y a tu familia mostrarle cómo crecer.


Hera:

Con vitalidad e inspiración deseo que logres tu propósito que es tu misión, siendo ejemplo de tu familia en cada acción y con cada decisión, así como seguir de guía y lideresa en la educación.


Gloria:

Llena de fortaleza y mucha paciencia deseo que transmita sus consejos, sus experiencias, siendo ejemplo de amor y dedicación, guiando a sus hijos y nietas hacía una vida plena de valores y gran inspiración.


Eurídice:

Que haya empatía e inspiración en tu labor pues deseo que cada día seas mejor. Esfuérzate por ser una gran persona con amor y dedicación y una gran profesora para crecer junto a tus alumnitos en cada año y con cada lección.


Ekaterina:

Desde siempre deseo que tengas éxito y comprensión en tu caminar, cultivando amistades fuertes y sinceras en tu andar, sin olvidar que siendo hija y hermana, has de compartir amor y dedicación, para crecer en tu carrera y en el corazón.


Larissa:

Deseo que siempre haya felicidad e ilusión en tu mirar, que tu trabajo en el mar ayude a que tus sueños se hagan realidad sin cesar, navegando por las aguas de la vida con pasión y valentía, pero ya sea en algún lugar o en el manglar, vive felizmente tu fantasía.



Kelcyra:

Siendo una persona encantadora deseo que en cada tarea tu alegría brote sin demora. Además del amor a tus perrijos, que siempre tengas razones para sonreír, desempeñar tu labor sin desistir y con la nobleza de tu corazón así seguir.


Lizbeth:

Como esposa, hija y enfermera ejemplar, deseo que encuentres inspiración en el amor y en tu vocación. Cuida a tus pacientes con profesionalismo y dedicación, pero en casa, a tus hijas y a tus padres cuidar, dándoles ternura y alegría constante, sin cesar.



Perseo:

En tu búsqueda de paz y serenidad, deseo que vivas sin egoísmo ni maldad. Como empleado, quizás tu dedicación se notará, pero ser un hijo, hermano y padre ejemplar, requiere de tu honestidad y paciencia como las premisas, así tendrías una vida de nobleza y sin prisas.


Efraín:

La generosidad ya habita en tu corazón, sin embargo, deseo que al frente de tu familia más prosperidad te transmita, pues tienes una bondad inquebrantable al litigar, a otros ayudar, siendo un verdadero faro de justicia dentro y fuera de tu hogar.



Enero de 2025






diciembre 22, 2024

Desde los tiempos de la civilización griega, los grandes pensadores han intentado desentrañar los misterios de la vida, la muerte y las fuerzas que separan el bien del mal. Este anhelo por comprender no es un simple ejercicio intelectual, sino una necesidad inherente al ser humano: hallar sentido y dirección en nuestro paso por el mundo. En este contexto, el evangelio emerge como una guía espiritual que muchos adoptan para vivir con esperanza. 

Las enseñanzas de Cristo, en particular la pasión que culminó en su sacrificio nos invitan a interiorizar valores de justicia y compasión, desterrando el odio en favor de un amor puro e inmenso. Para el Profesor Arturo Rosales Toledo (ART), el consejo de Cristo: "Amar a tu prójimo como a ti mismo" siempre significó una exhortación a superar nuestras limitaciones y egoísmos personales, para vivir en armonía y servir a los semejantes. Además, desde Sócrates hasta los pensadores modernos como Noam Chomsky, nos ha provisto de ideas, paradigmas y conceptos para reflexionar sobre nuestro modo de vida, ejerciendo una virtud y discerniendo las intenciones detrás de nuestras acciones.

Al combinar el pensamiento filosófico con las enseñanzas del evangelio se construye una base de reflexión que desafía a las personas a comprender su propósito en el mundo actual, frecuentemente dominado por el materialismo y el egoísmo extremo. A continuación posteamos una playlist con los coros gregorianos apropiados para exponer 5 reflexiones extraídas del Nido de Ideas, el texto donde el Profesor ART escribió las nociones, las creencias y opiniones  que fueron su código personal de vida, por eso sus acciones siempre estuvieron fundamentadas en la libertad, la honestidad, la paciencia y el pensamiento, que fueron las virtudes de integridad que representaron sus principios personales hasta su último aliento de vida. 


1. La Natividad, la Gracia de Vivir y la Misión en la Vida

En sus reflexiones del Nido de Ideas el Profesor ART sugiere que la vida puede ser un enigma complicado de entender, pero todo el entendimiento surge de una respuesta integra ¿Qué significa realmente nacer con un destino, tener una misión y ser una buena persona? La natividad del ser humano es un regalo divino, es el inicio de un camino que Dios nos ofrece lleno de oportunidades para experimentar. La gracia de vivir reside en todo ese tiempo que Dios nos otorga, donde hay momentos de oportunidades para enfrentar retos, de resolver dilemas, de disfrutar las alegrías o la felicidad que da la complacencia y esa satisfacción que emana de las buenas acciones y experiencias, con ello se cumple un destino personal.

El destino es el plan divino que Dios tiene para cada uno de nosotros, dentro de un orden tácito. No se trata de buscar resignación alguna en la sentencia de Dios, sino de entender nuestro rol y qué hacer en el gran esquema de la vida que Dios concede, por ello, vivir con un propósito no es simplemente existir; al nacer cada ser humano tendrá una misión especial para guiar su modo de vivir. 

En su obra “El Mártir del Gólgota”, Enrique Pérez Escrich escribe que el joven Dimas fue un huérfano, maltratado, agredido que decidió ganarse la vida como ladrón, siendo muy joven se convirtió en jefe de una banda de temibles forajidos que acumulaban riqueza robando a diestra y siniestra, sin embargo, cuando Dimas se encontró con Jesús, María y José que huían de la furia de Herodes, esto marcó un punto de inflexión en su vida. Dimas siguió robando, pero en su mente se aclaraba que tenía un destino irremediablemente ligado a la pasión de Cristo, y le surgió una devoción por la cual fue perdonado teniendo que cumplir la misión de acompañar a Jesús en todo su calvario, hasta aceptar el sacrificio de su vida al lado del Hijo de Dios.

La misión, aunque no siempre es clara desde el principio, se revela a través de la fe, el discernimiento y las bendiciones, siendo un compromiso activo con los valores y principios que ennoblecen nuestra alma y nos acercan a Dios. Algunas personas encuentran su propósito en el servicio y la ayuda a los demás, otras tienen su misión en la búsqueda de la verdad, del conocimiento, de la justicia, de la bondad, en la creación, en las artes y en proteger la belleza del mundo. Lo esencial es que, independientemente de la forma que tome, esa misión impulsará a cada quien para vivir una vida de ejemplo, donde las acciones reflejen que hay una predisposición de las personas para promover efectivamente un amor al prójimo, por ello, vivir con conciencia de nuestra misión y destino es una preparación hacia una existencia más libre y superior.

Ahora es momento de escuchar la siguiente canción de la playlist del coro Gregoriano para meditar con esta primera reflexión.

2. La Vida, el Espíritu y las Posesiones

El Profesor ART argumenta que nuestro modo de vivir debiera permitirnos realizar numerosas acciones benevolentes, actuando con humildad, con caridad y compasión hacia los demás. Al vivir teniendo una misión asumimos nuestra fe y dedicación a los principios evangélicos. Particularmente mediante la oración y la meditación fortalecemos nuestra espiritualidad, encontrando conexión y consuelo en nuestra relación con Dios. Esta conexión espiritual nos impulsa a vivir de manera que nuestras vidas se alineen con el plan divino. Aquí, las enseñanzas filosóficas contribuyen con las ideas de la virtud y la intención de nuestras acciones y su impacto en nuestros semejantes, como medios básicos de una vida de satisfacción espiritual.

Sin embargo, en esta época cada vez predomina más y más el egoísmo, la envidia, la avaricia y el robo de los grupos hacia la gente, de las familias hacia los grupos y de las personas despojando a otros, incluso a su propia familia. Tener posesiones materiales y riqueza no es algo prohibido, pero nunca debería ser la misión de nuestras vidas, sino un medio para servir a los demás y una gracia de vivir. Las riquezas son como bendiciones de Dios que prueban la bondad del ser humano, por eso debemos utilizarlas sabiamente para ayudar con caridad, con humanidad, con desinterés a quienes carecen de medios para vivir o que necesitan de ayuda para su misión en la vida. 

La filosofía plantea lo transitorio de lo material y la verdadera esencia de lo espiritual, lamentablemente las personas no siempre asimilan esta dualidad, hasta que están cerca de su muerte. Por ejemplo, a pesar de sus importantes contribuciones a la astronomía, como fueron sus observaciones planetarias y su desarrollo de instrumentos astronómicos durante los años del oscurantismo medieval, el astrónomo Tycho Brahe vivió una vida marcada por los excesos, el egoísmo y la ambición, su carácter fuerte y a menudo arrogante lo llevaron a conflictos y desplantes con las personas que necesitaba o rogaban de su ayuda. En su lecho de muerte, mientras agonizaba por una terrible infección, solo exclamaba: "Díganme que no he vivido en vano...", quizás logró la salvación debido a la generosidad de otro gran astrónomo, Johannes Kepler, el gran teórico de la gravitación universal.

Ya en la sociedad moderna y supuestamente más evolucionada y comprensiva, Erich Fromm explicaba que el sistema económico provoca un énfasis excesivo en la acumulación de propiedades, caracterizando a las personas como "tenedoras de bienes", llevándolas a existir en una vida superficial, alienante porque su identidad depende de las posesiones, eso implica un vacío existencial que se llena de pura banalidad. En contraste, el "auténtico ser" esta pleno de conciencia, de meditación, de espiritualidad y de libertad y crecimiento personal, entrando en una vida más plena, significativa y trascendental.

Ahora es momento de escuchar la siguiente canción de la playlist del coro Gregoriano y meditar con esta segunda reflexión.

3. La Muerte, el Destino y el Final

La reflexión del Profesor ART sobre la muerte subraya que este evento asusta a muchísimos, porque representa el suceso donde las actitudes y banalidades de la vida tienen su límite, siendo un final definitivo del ser humano para el cual nadie esta preparado. Como reza la inscripción de Amado Nervo en mucho panteones como el de su pueblo Tezoatlan, Oaxaca: “Descúbrete mortal la frente inclina, que el orgullo mundanal aquí termina”, ¡ante la muerte no hay evasivas!, sin embargo ¿Cuántas personas que recitan perfectamente los versículos de las sagradas escrituras, o que se consideran religiosas porque acuden continuamente a sus templos, han entendido que morir no es una desgracia, sino la última gracia de vivir?

La resurrección de Cristo es el más grande testimonio de la victoria sobre la muerte, demostrando una vida en la presencia divina para las personas que asumen las enseñanzas del evangelio. Al margen de la religión, la muerte ha sido un tema polémico entre los grandes filósofos, por eso el Profesor ART se sorprendía de las posturas de pensadores como Kant y Sócrates, específicamente, Kant afirmaba que la muerte, sin duda: “es uno de los más crueles y dolorosos desencuentros a los que el ser humano se enfrenta”, lo que comprobó en el invierno de 1803, muriendo de un shock neurogénico mientras murmuraba: “¡Es suficiente, ya basta…!”; por el contrario, Sócrates creía que la muerte: “es una liberación del alma abandonando el cuerpo, en una transición hacia un estado más puro de existencia”, quizás por ello, cuando fue condenado a muerte bebiendo la pócima de cicuta todavía dio un paseo con la ansiedad de esperar un gran momento, luego tomó la fatal bebida y se recostó esperando la muerte, en su último aliento de vida pidió a su discípulo Critón pagar una deuda: “-debemos un gallo a Asclepio, págaselo y no lo descuides…” Así finalizó tranquilamente su vida, y quizás su alma fue liberada como él lo creía.


Entonces, tanto el evangelio como la filosofía sugieren que la misión en la vida y el destino finalmente confluyen en un estado de plenitud y sublimación espiritual del ser humano. Esto se lograría al vivir conforme a las enseñanzas evangélicas, venerando a Dios, amando al prójimo y llevando una vida de compasión, asimismo, la filosofía agrega la virtud y la conciencia, por ello, la muerte, el destino y el fin de la misión están interconectados. El destino nos guía en nuestra misión, alienta la conciencia que nuestras vidas tienen un propósito mayor en el plan de Dios. El fin de nuestra misión es la realización de ese propósito, alcanzando la plenitud que nos prepara para una vida más trascendental, que es eterna.

Ahora es momento de escuchar la siguiente canción de la playlist del coro Gregoriano y meditar con esta tercera reflexión.

4. La Vida Eterna, el Alma y la Esperanza

Decía el Profesor ART que la vida eterna es quizás la máxima promesa divina, que implica una nueva existencia al lado de Dios, superando el umbral la muerte. Aunque la ciencia todavía no tiene un método que permita comprobar los testimonios de las personas que han tenido Experiencias Cercanas a la Muerte (ECM), la evidencia más contundente de una vida después de morir es, sin duda, la resurrección de Cristo. Tres días después de su crucifixión, la abatida e incrédula María Magdalena escuchó a Jesús preguntarle: “¿Por qué buscáis a los vivos entre los muertos?”. Filosóficamente el alma se considera inmortal, al respecto Pitágoras creía que tras la muerte física iniciaba “la transmigración del alma”, manifestándose en la búsqueda de un nuevo ente donde vivir; por su parte, Santo Tomás de Aquino filosofaba  con un alma activa “que da forma a los seres vivos porque es lo que les da realidad plena”, por ello , el alma que es la verdadera esencia del ser, no se agota ni se extingue, en consecuencia permitirá una manifestación de la existencia aún después de la muerte del cuerpo, alimentando la esperanza de la vida eterna.

La esperanza es una fuerza poderosa, que según San Pablo: “nos permite aguardar con confianza la realización de las promesas”, especialmente de aquellas con una esencia divina. Entonces, se convierte en una motivación poderosa que nos impulsa a superar obstáculos en la búsqueda de una vida más plena y significativa. El Profesor ART creía que la esperanza permite enfrentar las adversidades y particularmente la muerte con la certeza de que nuestra vida está en las manos de Dios y que su plan divino ha sido, y seguirá siendo bueno.

Ahora es momento de escuchar la siguiente canción de la playlist del coro Gregoriano y meditar con esta cuarta reflexión.

5. Dios, el Amor y la Fe

Desde la fe cristiana, Dios es el creador y sustentador del universo, una presencia ubicua, cercana y amorosa, que influye definitivamente en nuestras vidas. Su amor infinito nos provee del regalo de la vida, y decía el Profesor ART, también nos otorga una misión y un destino que habremos de cumplir. 

La noción de un Dios supremo rector de la vida humana ha sido objeto de reflexión filosófica. Aristóteles creía en un "Primer Motor" que proveía del movimiento y existencia a las cosas, siendo un concepto compatible con la idea de un Dios creador y sustento de todo lo que existe. Por su parte, Spinoza creía que de haber un Dios entonces es la única sustancia infinita y eterna, equivalente a la Naturaleza, pero Dios no es un ser personal que interviene en los asuntos humanos, sino la esencia misma de todo lo que existe. Einstein, influenciado por Spinoza, compartía una visión similar, viendo a Dios como la inteligencia suprema que se manifiesta en la existencia del cosmos, sin embargo, cuando afirmó que "Dios no juega a los dados", Einstein resaltaba su creencia en un universo regido por leyes precisas y determinísticas que atañen a todo el mundo, lo cual sustenta la argumentación evangélica de la realización de un plan divino.

En ese plan de Dios quizás el mandamiento más grande sin duda es el amor, de tipo incondicional, que debería reflejarse en nuestras acciones diarias, cuando interactuamos con los demás, porque es un impulso que da actitud, eleva el alma y conecta con lo trascendental. Particularmente, el amor de Dios es el principal nutriente de la fe. San Pablo decía que: "la fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve”, tener fe es tener la confianza en lo que no se percibe, la certeza de lo que se espera sin permitir las dudas, las incredulidades, ni las intrigas, por ello es la base de la relación humana con Dios, permitiéndonos creer en su plan divino, incluso en tiempos de incertidumbre, opinaba el Profesor ART, esta fe traspasa lo inmediato y lo material convirtiéndose en un brújula espiritual, orientando nuestra existencia hacia lo trascendental, porque esa fe implica valores, principios y aprendizajes en la gracia de vivir, que trascienden. 

Ahora es momento de escuchar la penúltima canción del coro Gregoriano y meditar con esta última reflexión.

En Conclusión

Las cinco reflexiones anteriores ofrecen la visión detallada del Profesor ART según su experiencia de vida, su manera de pensar y de entender el orden de las cosas, tratando de proporcionar a los suyos: hijos, nietos, familiares y amigos, un argumento que nutra positivamente la gracia de vivir, con un propósito y misión. 

La muerte, aunque temida, es solo un paso más hacia una vida eterna en la presencia de Dios, recordándonos que nuestras acciones en la vida tienen algún efecto para alcanzar o alejarnos de esa eternidad. El alma, inmortal y constante, guía nuestras vidas a través de la esperanza y la fe, preparándonos para esa existencia más elevada.

En la compasión, la justicia y el amor incondicional encontramos la verdadera realización de nuestra misión. Vivamos con la firme convicción y enorme confianza en que el plan divino de cada quien es inquebrantable y se cumplirá de la mejor manera. Nuestras vidas no deben definirse por la acumulación de bienes materiales, sino por la calidad de nuestras acciones y la profundidad de nuestro amor por los demás, empezando con nuestros seres queridos y quienes nos rodean, reflejando en cada momento la iluminación interna y divina que nos guía.

El profesor ART probablemente recomendaría que vivamos con plena conciencia de nuestra misión, que nuestras vidas sean un testimonio constante de compasión, bondad y justicia, mostrando en cada acto de amor y fe un acercamiento al reino etéreo, que es el dominio de Dios. Así, crearemos un impacto positivo y duradero, reflejando la luz divina hacia una existencia más plena, trascendental y de gran paz.


Perseo Rosales Reyes
Diciembre de 2024





diciembre 18, 2024

¡Una Fantasía Navideña!

En el inicio de la Navidad, dentro del sueño de la niña Clara, se desarrolla un mágico cuento de Hadas protagonizado por un muñeco Cascanueces. Ese muñeco de madera tendrá que defender a su dueña luchando contra el Rey de los Ratones y luego la llevará en un viaje a través de un país de hadas. Este cuento nació de la inspiración del escritor Ernst Theodor Amadeus Hoffmann, quien en 1816 publicó "El Cascanueces y el Rey de los Ratones". Luego, el afamado Alexandre Dumas adaptó la historia, y esto motivó al coreógrafo Marius Petipa a pedirle al compositor Piotr Ilich Tchaikovsky que creara una pieza musical para el cuento. Así surgió esa partitura mágica que se estrenó como ballet en San Petersburgo allá por 1892.


Con el tiempo, "El Cascanueces" se ha vuelto un clásico de la Navidad preferido por varias razones. La historia está ambientada en la víspera de Navidad y la música de Tchaikovsky captura perfectamente la magia, la alegría y la fantasía de esa temporada. Además, el ballet es visualmente espectacular, lleno de danzas vibrantes y escenarios deslumbrantes. Todo esto ha convertido a "The Nutcracker" en una tradición navideña que se interpreta en todo el mundo, cada diciembre. No conocer esta parte de la cultura popular durante las festividades de nuestros días, es casi imperdonable, por eso, en esta ocasión ART Nideo de Ideas comparte para todos sus lectores el cuento, y al final del relato esta publicado el video del Imperial Classical Ballet, interpretando la obra de "El Cascanueces".

EL CUENTO

Preámbulo

Era la víspera de Navidad, y la familia Stahlbaum se preparaba para realizar una alegre fiesta. Los invitados iban llegando, llenos de alegría y con anticipación. La sala principal del hogar estaba bellamente decorada, con un imponente árbol de Navidad en el centro, esperando ser iluminado. Los niños jugaban y reían, los adultos conversaban animadamente creando una atmósfera festiva y cálida.


Acto I: La Fiesta de Navidad

Clara, la joven hija de la familia Stahlbaum, estaba especialmente emocionada. No podía esperar a ver el árbol de Navidad encendido y que fuera hora de recibir los regalos. Finalmente, el momento llegó. Para aninar el acto estaba el señor Drosselmeyer, un enigmático concejal, juguetero y también mago; apareció para añadir un toque de magia a la celebración. Con un gesto dramático encendió el árbol, inundando la sala con una luz cálida y resplandeciente. Todos quedaron maravillados ante el espectáculo, marcando el inicio oficial de la celebración.

La fiesta continuó con la charla, el entremés y la entrega de regalos. Pero el señor Drosselmeyer tenía una sorpresa especial para Clara: le dio un cascanueces de madera con la apariencia de un valiente soldado. Clara quedó encantada con su nuevo juguete, y fue el centro de atención de todos los pequeños, su hermano Fritz trato de jugarlo, sin embargo, en un momento de descuido rompió el cascanueces y Clara se puso muy triste Afortunadamente, Drosselmeyer vio todo y se ofreció a repararlo rápidamente por arte de nagua, devolviendo la sonrisa a Clara.

Al sonar las doce campanadas de la nochebuena los invitados celebraron la llegada de la Navidad y poco después se despidieron; la familia se retiró a descansar. Clara, todavía emocionada por su cascanueces, se fue a dormir tomándolo entre sus brazos. En su sueño, vio que el salón de la casa se transformó en un escenario de ensueño, con ligera nieve cayendo por todos lados. El árbol de Navidad creció hasta alcanzar el techo, brillando con luces mágicas que en realidad eran como luciérnagas. Entonces los juguetes cobraron vida, bailando y riendo en una danza festiva, pero Clara presenció que llegaba una invasion de ratas y empezaban a destruir todo, ahi comenzó una feroz batalla cuando apareció una tropa de soldados de juguete, liderada por el Cascanueces, y enfrentó al ejército de ratas encabezado por el temible Rey Ratón. La batalla fue intensa, con soldados y ratones luchando sin cuartel en una coreografía vibrante y dramática. Justo cuando parecía que el Rey Ratón iba a triunfar, Clara le lanzó una de sus zapatillas distrayendo lo suficiente para que el Cascanueces pudiera vencerlo. Esta victoria marcó el final de ese siniestro Rey.


Acto II: El Mundo Mágico

Después de la batalla, el Cascanueces se transformó en un apuesto príncipe y se acercó a la sorprendida Clara, que tenía la misma estatura que todos los soldados de juguete. Agradecido por la valentía y ayuda de Clara, el Príncipe Cascanueces la invitó a ir en un maravilloso viaje por un reino de fantasía. Juntos, emprendieron ese viaje mágico a través de un bosque de chupirules nevados. La atmósfera era encantadora, con copos de nieve danzando alrededor de ellos. Cada copo de nieve parecía un algodón de azúcar con vida propia, creando un espectáculo deslumbrante mientras Clara y el Príncipe se abrían paso hacia el mágico Reino de los Dulces.

Al llegar al Reino de los Dulces, Clara y el Príncipe fueron recibidos con gran pompa y circunstancia por el Hada de Azúcar y su séquito. El Reino de los Dulces era un lugar de maravillas y delicias, un festín para los sentidos de los niños, donde cada rincón estaba decorado con golosinas brillantes, coloridas y de mil sabores. Caramelos gigantes, bastones de caramelo, ríos de miel arrastrando tronirocas, peñascos de gomitas, y fuentes de chocolate eran algunas cosas que adornaban el paisaje, haciendo que cada paso fuera una nueva aventura.


El Hada de Azúcar organizó un festín en honor a sus nuevos huespedes: Clara y el Príncipe Cascanueces. Así comenzaron con una serie de danzas que representaban distintas culturas y sabores de donde se abastecía el Reino de los Dulces, cada una más espectacular que la anterior. Los invitados vieron la Danza Española, que representaba el chocolate caliente, estaba llena de movimientos enérgicos y apasionados. La Danza Árabe, evocando el aromático café, era una coreografía lenta y animada, impregnada de misterio. La Danza China, que representaba el té, se distinguía por sus movimientos rápidos y precisos, con acrobacias y saltos que dejaban a todos boquiabiertos. La Danza Rusa (Trepak) que era vibrante y llena de energía, representando al turrón con rápidos saltos y patadas altas. La Danza de los Mirlitones representaba los pasteles de merengue, con una coreografía ligera y juguetona que era interpretada por tres bailarinas. Finalmente, la Danza de la Madre Jengibre presentaba a la Señora Jengibre emergiendo de una gran casa de galletas de jengibre, de cuya falda salían pequeños bailarines llamados Polichinelas, realizando una danza animada y divertida.

Finalmente, todos los bailarines se reunieron para bailar el Vals de las Flores, una deslumbrante coreografía que celebraba la belleza y la elegancia del Reino de los Dulces. Todos simbolizando flores danzaban en una sinfonía de colores y movimientos suaves, creando un cierre mágico para el festín. Los pétalos de las flores caían suavemente alrededor de Clara y el Príncipe, envolviéndolos en un manto de magia.


Clara y el Príncipe Cascanueces disfrutaron de este espléndido espectáculo, y el Hada de Azúcar les honró con una majestuosa danza final, mostrando su gratitud y admiración. Todo este ambiente era particularmente conmovedor, capturando la esencia de un mundo de fantasía y llenando el aire con una sensación de maravilla y asombro, pero ya era el momento de regresar.

El Final 

Clara comenzó a despertar de su sueño, encontrándose de nuevo en su cálido hogar, abrazando su muñeco, pero con los recuerdos de la mágica aventura aún frescos en su mente. Esta historia de "El Cascanueces" dejaba en Clara una sensación de que la magia de la Navidad y del Reino de los Dulces siempre estaría con ella.


Como hemos leído, "El Cascanueces" es un cuento encantador que combina la magia de la Navidad con la aventura y la imaginación, pero es mas atractivo llevándonos a un viaje inolvidable al mezclarlo con la maravillosa música de Tchaikovsky.

En el siguiente video editado por ADDClipVideo el Canal del Yomicubo en youtube es posible disfrutar de la interpretación de este cuento, con la música Tchaikovsky y la coreografía de Imperial Classical Ballet.



M.M. Perseo Rosales Reyes
Diciembre de 2024



diciembre 11, 2024


La Virgen de Guadalupe, el mayor emblema de la religiosidad en México después de la veneración a Cristo, trasciende su papel como símbolo religioso o divinidad, porque su culto es profundo y se manifiesta explícitamente en los ámbitos culturales, idiosincráticos y psicológicos de la sociedad mexicana, fortaleciéndose continuamente desde la época de la Independencia.

En su momento, allá por 1884, el destacado intelectual, escritor y político mexicano Ignacio Manuel Altamirano, conocido por ser un ferviente defensor de las ideas liberales y promotor del progreso, de la educación y la cultura a través de diversas cartas, ensayos y obras publicadas, dedicó algo de su obra a reflexionar sobre la Virgen de Guadalupe. Altamirano escribió destacándose con su ensayo "La fiesta de Guadalupe" y capítulos en la publicación "Paisajes y leyendas, tradiciones y costumbres de México". En su escrito Altamirano describe con detalle cómo una celebración en honor a la Virgen congrega a miles en una manifestación de unidad e identidad, subrayando una devoción popular que alcanza una ritualidad religiosa en cada víspera del 12 de diciembre en que se realiza la festividad.


Efectivamente, desde su aparición en el cerro del Tepeyac en 1531, y con el paso de los siglos la Virgen de Guadalupe se convirtió en un cimiento de la identidad y unidad nacional de los mexicanos, particularmente por el papel de la imagen guadalupana en momentos históricos críticos, como la Guerra de Independencia, la Revolución mexicana o la Guerra cristera, donde su estandarte fue llevado los mismo por Miguel Hidalgo que por campesinos desposeídos y fieles creyentes; esto ha cimentado su estatus como un símbolo de resistencia y esperanza.

Además, su influencia llega a todo el territorio y trasciende fronteras, siendo un emblema de la identidad mexicana incluso en las comunidades de los mexicanos en el extranjero, por eso cada 12 de diciembre, de todos lados incluyendo el extranjero, millones de peregrinos acuden a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México para rendirle culto, demostrando su papel central en las tradiciones y festividades nacionales. Su imagen es omnipresente, apareciendo no solo en iglesias, sino también en hogares, mercados y hasta en la indumentaria popular, como las famosas "mantas guadalupanas" que asemejan las tilmas prehispánicas.

En el ámbito idiosincrático, la imagen guadalupana representa un fenómeno de sincretismo religioso único en el mundo y en la historia. Su culto es actualmente un punto especial de convergencia entre las creencias indígenas prehispánicas y el evangelio católico traído por los colonizadores españoles. La aparición de la Virgen al santo indígena Juan Diego en el Tepeyac, que era un lugar previamente asociado con la diosa azteca Tonantzin, simboliza esta fusión de tradiciones y ha permitido que la devoción a la Virgen ahora sea inclusiva y representativa de la diversidad cultural de México.

Este sincretismo ha facilitado que la Virgen de Guadalupe sea adoptada y venerada por diversos grupos y de distintos niveles socioeconómicos, convirtiéndose en un símbolo de identidad colectiva que trasciende diferencias étnicas, económicas y geográficas. Para todos, la Virgen es vista como una madre protectora y una intercesora accesible, lo que la convierte en una divinidad cercana a los fieles de todas las clases sociales.

En una perspectiva psicológica, la Virgen de Guadalupe también proporciona a sus fieles y devotos un sentido de estima, pertenencia y comunidad. Su imagen es un refugio espiritual en tiempos de adversidad, ofreciendo consuelo y esperanza a quienes enfrentan dificultades. La fe en la Virgen actúa como un apoyo emocional, ayudando a los creyentes a sobrellevar problemas personales y colectivos.

La figura de la Virgen también tiene un impacto positivo en la salud mental. Los rituales y peregrinaciones en su honor fomentan un sentido de propósito y de conexión con algo trascendental y superior, lo que puede reducir el estrés y mejorar el bienestar emocional. Además, la creencia en sus milagros y su capacidad de intercesión divina genera un sentimiento de optimismo y fortaleza, cruciales para la resiliencia psicológica.

Por todo lo anterior, no cabe la menor duda que la Virgen de Guadalupe, nuestra amada Virgen, es una figura de extraordinaria importancia en México, es objeto de un culto profundo, cuya historia y el milagro de su presencia continúan inspirando una fe inquebrantable, una esperanza inacabable y una unidad sólida en el corazón del pueblo mexicano.

Finalmente, en este post del Nido de Ideas se incluye a continuación el ensayo "La fiesta de Guadalupe" del libro Paisajes y Leyendas de Ignacio Manuel Altamirano, al cual se puede acceder con un click en la portada y es recomendable leer tranquilamente, disfrutando la narrativa de esa percepción de la guadalupana en el México de otros tiempos, ya muy lejanos de nuestra era.

M.M. Perseo Rosales Reyes
11 de diciembre de 2024




noviembre 29, 2024

Alguna vez, en aquel entrañable pueblo de Tezoatlán de Segura y Luna, Oaxaca, enclavado en la meseta de un cerro de la Mixteca oaxaqueña, bajo un cielo claro, azulado, rodeado por las montañas del Nudo mixteco y de los ríos Salado, Santa Catarina y San Martín, cuyo pintoresco paisaje estaba adornado con mezquites, sabinos, guajes, cazahuates, carrizales y cactus, que bien pudo haber plasmado en un lienzo el afamado pintor del paisajismo mexicano: José María Velasco; ahí sucedió que, Arturito el niño primogénito de Tío Abdón y Tía Josefa, que cada mañana se despertaba con el canto del gallo lleno de ánimo y curiosidad, se emocionó desde la madrugada porque iría muy tempranito con su papá al barbecho de sus tierras de cultivo. 

—Hijo ¿Mañana me acompañas al campo a remover la tierra… qué dices?  

—¡Claro que sí, papá!

—Entonces, vete a dormir para poder madrugar.

Al día siguiente agarraron camino al campo yendo hacía el rumbo de “El Naranjo”, donde Tío Abdón había rentado unas tierras para sembrar algo de caña de azúcar que pudiera vender en la temporada navideña. 

Cuando llegaron al lugar, el cielo apenas empezaba a pintarse de naranja y Tío Abdón comenzó a trabajar, dándole el encargo a su hijo Arturito de ir recogiendo y amontonando la hierba y hojarasca removida. Con sus pequeñas manos el niño se esmeraba en ayudar al papá sintiendo como el fresco de la mañana se esfumaba por su esfuerzo físico, pero también por el calorcito del sol, cuyos rayos iluminaban de frente su infantil rostro.

Pero ahí empezó lo bueno, Arturito levantó la vista y a lo lejos vio algo que lo inquieto, contra la luz del sol que ya había salido completamente notó una figura oscura y delgada avanzando lentamente por el polvoriento camino. Era como si un ente hubiera salido de la neblina del amanecer perfilando débilmente su contorno. Con el corazón palpitándole de inquietud y un poco de miedo, se volteó hacia su papá y le dijo:

—¡Papá, alguien viene!

Su papá concentrado en la labor del campo solo murmuró algo prestándole muy poca atención. Arturito no podía quitarle la vista a esa figura que poco a poco se hacía más clara y más grande. Con cada paso que daba algo parecía resonar más fuerte en su pecho. Hasta que pudo distinguir que se trataba de una persona anciana, delgada, de un aspecto corrioso, cargando una gran bolsa que parecía contener algo pequeño, pero voluminoso. La manera lenta y parsimoniosa de su andar lo hacía más misterioso, e incrementaba las malas sensaciones del niño. 

Arturito volvió a alertar a su papá con un tono de voz más ansioso :

—¡Papá, ahí viene un viejo...!

—Sí, ¡estate tranquilo! —respondió su papá sin dejar de trabajar.

Sin embargo, Arturito no podía quitarse de la cabeza las palabras de su mamá, que en las noches lo mandaba a la cama diciéndole:

—Es hora de dormir, tus ojos debes cerrar, sino el viejo del costal te vendrá a llevar.

Estas palabras sonaban más intensamente en la mente del niño en cada paso de esa misteriosa figura acercándose hacia ellos, entonces, imaginaba que esa bolsa realmente era el costal con un niño desobediente encerrado adentro, que ya se lo llevaba por no querer dormir en la noche anterior. 

La figura ya estaba muy cercana y Arturito pudo distinguir un rostro arrugado pero expresivo, con una notable barba blanca. Vestía con un sombrero amarillento, una camisa arremangada de franela, un pantalón de sarga negra y huaraches. Ya que los rayos del sol acentuaban las sombras en esa figura, dándole una apariencia aún más enigmática, el niño sintió que el miedo se le subió hasta las orejas y volvió a decir:

—Papá, papá… ya viene el viejo...

—Sí, ¿y qué quiere? —respondió su papá, aún sin comprender la gran inquietud del niño.

De repente, la figura ya estaba justo enfrente de Arturito, levantó el brazo en un gesto que parecía amenazante a los ojos del niño. Arturito aterrorizado, convencido de que era su fin, gritó:

—¡Papá... ya me va a llevar...!

Alertado por el grito de su hijo Tío Abdón dejó lo que estaba haciendo y volteó rápidamente. Ahí estaba un señor de pie, apoyando una mano en la cabecita de Arturito, entonces ese viejo habló con una voz grave, pero familiar y llena de cariño: 

—¡Qué re gran pario Dón! ¿Qué le pasa a mi nieto?

¡Era su abuelitoo Juan Toledo! Venía de su trabajo en el rastro y traía una bolsa con cortes de carne para la familia de su querido yerno Abdón y su amada hija Josefa. El niño aliviado y avergonzado corrió a abrazar a su papá que reía por el malentendido. Desde ese día, Arturito ya no le tuvo miedo al "viejo del costal", sabiendo que solo sería alguien como su querido abuelo trayendo provisiones de carne para la familia. 

Al pasar el tiempo, el abuelo Juan enseño a Arturo su trabajo en el rastro, le enseño el placer de degustar cocinando una buena carne y ambos disfrutaron de muchas convivencias más, compartiendo variados momentos y fortaleciendo su lazo familiar. 

Con el pasar de los años Arturo recordaba con risas el momento, ya siendo profesor contaba la historia a sus alumnitos y siempre les decía:  

—A veces los miedos no son más que malentendidos o malas visiones. Por eso es necesario tener calma para que se aclaren las cosas. 

A la familia en particular le recomendaba mantener la tranquilidad y buscar calmados la verdad, porque las malas visiones, el miedo y la ignorancia nos pueden llevar a cometer errores. La clave está en confiar en quienes nos rodean, en hablar con ellos y, buscar o dar apoyo. 

Así, el Profesor Arturo enseñaba no solo con palabras, sino con sus vivencias llenas de aprendizajes y de la magia de su propia infancia.







noviembre 22, 2024

El Dr. Raymond Moody, un psiquiatra estadounidense y autor de renombre, es famoso por sus investigaciones sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM). En sus conferencias, Moody filosofa con preguntas profundas y existenciales, tales como: "¿Adónde nos vamos?" y "¿Hay vida después de morir?"


El Dr. Moody ha estudiado más de 1,000 casos de personas que fueron declaradas clínicamente muertas y luego regresaron a la vida. Estos individuos le contaron historias que desafían la comprensión científica convencional. En su libro más famoso, "Vida después de la vida", el Dr. Moody recopila testimonios que describen visiones de espacios brillantes, senderos de luz, ambientes apacibles y la presencia de seres queridos al otro lado.

Aunque el Dr. Moody no afirma que estas experiencias prueben la existencia de una vida después de la muerte, sugiere que podrían ser indicios de algún tipo de existencia más allá de lo físico, pues cree que estas experiencias son fenómenos reales que merecen ser estudiados y comprendidos más a fondo. Ha documentado testimonios de personas que describen encuentros con seres espirituales superiores, que algunos interpretan como percepciones de Dios. Esto coincide con las creencias religiosas sobre un Dios ubicuo, omnipresente, capaz de manifestarse para guiar y consolar a las personas. Religiones como el cristianismo, el islam y el hinduismo sostienen la idea de una vida eterna. Particularmente en la fe católica, la muerte no es el fin, sino un llamado de Dios para ofrecer a las almas piadosas el don de la vida eterna: "Hay que morir, para vivir. Entre tus manos, confío mi ser." Esta creencia alimenta en los fieles una perspectiva de esperanza y fe en la bondad y el propósito divino, encontrando consuelo en la promesa de una vida después de la muerte.


El Dr. Moody también señala que muchas personas que retornan de esa sensación de muerte, experimentan una transformación personal que incrementa su generosidad, su amor y su empatía hacia los demás, siendo comportamientos que reflejan las enseñanzas del evangelio. Él ha comentado que sus investigaciones lo han llevado a cuestionar cómo sería una relación con Dios al margen de las creencias tradicionales, descubriendo que la oración es el medio poderoso de consuelo, de paz y aceptación. Esto sugiere que, aunque sus estudios no están directamente vinculados a ninguna religión, reafirman las creencias espirituales de muchas personas.

En resumen, las investigaciones del Dr. Raymond Moody invitan a reflexionar sobre la posibilidad de una existencia más allá de la muerte. Aunque todavía no proporciona pruebas concluyentes, su trabajo ha abierto un diálogo sobre la naturaleza de la conciencia y la vida después de la muerte. Por eso, en esta ocasión compartimos la siguiente conferencia del Dr. Raymond Moody titulada: "¿Adónde vamos después de morir? ¿Hay vida?", donde comenta los fascinantes testimonios y sus profundas reflexiones sobre la vida más allá de la muerte.


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Perseo Rosales Reyes
Noviembre 22 de 2024



noviembre 17, 2024

La incertidumbre y el miedo ante la muerte han acompañado al ser humano desde tiempos inmemoriales. La posibilidad de un espíritu o alma que perdure más allá del último suspiro suscita preguntas profundas sobre nuestro verdadero ser. ¿Existe realmente un espíritu, una alma o un ser etéreo que inicie un viaje tras la muerte del cuerpo? ¿Podría este espíritu trascender a un plano superior, hasta un paraíso, guiado por una divinidad que premia la virtud y la rectitud?


En una reveladora entrevista con Roca Project, realizada hace poco tiempo, el investigador Español, Dr. Manuel Sans Segarra, revela los sorprendentes descubrimientos surgidos de sus cientos de investigaciones con pacientes que han tenido experiencias cercanas a la muerte, también conocidas como fenómenos de muerte (FM). En la penumbra del umbral entre la vida y la muerte, estos pacientes han relatado visiones tan impresionantes que desafían nuestra comprensión de la existencia física y sugieren la presencia de un reino etéreo y trascendental más allá de nuestra realidad cotidiana.

A lo largo de sus estudios, el Dr. Sans ha recopilado testimonios que describen luminosos senderos celestiales, encuentros con seres finados, y una profunda sensación de paz o unidad cósmica que trasciende el sufrimiento terrenal. Estas narrativas no solo conmueven por su belleza y espiritualidad, sino que también empiezan a configurarse como pruebas potenciales de un mundo que trasciende lo conocido, desafiando las fronteras de la ciencia y abriendo la puerta a interrogantes milenarias sobre la naturaleza del alma y el destino último de la humanidad.

Así, en un fascinante equilibrio entre ciencia, filosofía y misticismo, el trabajo del Dr. Sans no solo ilumina el misterioso limbo entre la vida y la muerte, sino que también invita a reflexionar sobre el propósito de nuestra existencia y la posibilidad de una continuidad más allá del velo de la mortalidad. La idea de un Dios benevolente, que permite ascender al cielo a quienes han llevado una vida ejemplar, se entrelaza con estos relatos, ofreciendo consuelo y esperanza a aquellos que temen el desconocido abismo de la muerte. Así, la labor del Dr. Manuel Sans Segarra se erige como un faro de esperanza y entendimiento, permitiendo vislumbrar un atisbo de eternidad en la enigmática frontera entre la vida y la muerte.

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M.M. Perseo Rosales Reyes
Noviembre de 2024


noviembre 06, 2024

¡Ellos ya están aquí...!

La frase resuena en la oscuridad, cargada de un misterio profundo y escalofriante. No es solo una advertencia; es como un recuerdo que persiste en la mente de los testigos, sembrando un miedo que obliga a levantar la vista con sigilo, como tratando de ver y encubrirse de algo que pudiera estar acechando desde lo alto. Hay una mezcla de cautela y miedo, en cada testigo que mirá hacia el cielo, esperando —o temiendo— vislumbrar algo que desafíe su cordura, su conocimiento y pueda raptarlo contra su voluntad.

Todas estas sensaciones tienen un origen que se remonta a los turbulentos cielos de Europa, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando pilotos aliados reportaron en 1941 las primeras visiones de los llamados ¨foo fighters", o "cazas de fuego". Esferas luminosas que aparecían junto a los aviones de combate, danzando en el aire con maniobras imposibles, esquivando disparos y retando cualquier explicación lógica. Estas apariciones fugaces, más allá de ser ilusiones o ataques enemigos, se convirtieron en el primer indicio de algo que excedía la realidad conocida, era la primera grieta en el tejido de la normalidad.

La fiebre ovni creció en 1947, cuando Kenneth Arnold divisó misteriosas luces volando sobre el Monte Rainier "como platillos sobre el agua", y más tarde, el 2 de julio de ese años sucedió el famoso caso de Roswell, en Nuevo México, donde el supuesto hallazgo de un “platillo volador” en un rancho local desató titulares y teorías conspirativas. Con estos incidentes, una semilla fue plantada: ¿Quiénes son ellos? ¿Qué buscan en la Tierra? Las preguntas eran tan intensas como las miradas ansiosas al cielo, que desde entonces tratan de entender lo incomprensible.

La “casuística ovni” comenzó a expandirse con numerosos incidentes y reportes, entonces hubo la necesidad de clasificar estos encuentros. El cientifico Josef Allen Hynek fue el primer investigador ufológico que tipificó los casos de avistamiento y contacto, y así se identificaron los encuentros visuales de seres de otros mundos como encuentros del tercer tipo, y los secuestros o abducciones como el aterrador cuarto tipo. A lo largo de las décadas, se acumularon relatos tan asombrosos como el del "Monstruo de Flatwoods" en 1952, una extraña criatura de ojos ardientes que aterró a quienes la avistaron en Virginia Occidental. En 1961, la pareja de Betty y Barney Hill reportó una de las primeras abducciones extraterrestres ampliamente documentadas, asegurando haber sido llevados y sometidos a experimentos dentro de una nave alienígena.

Otros casos estremecedores sucedieron en los años siguientes, como el de Travis Walton en 1975, quien desapareció durante cinco días y volvió relatando su experiencia dentro de una nave alienígena. En Pascagoula, en 1973, dos hombres fueron abducidos por figuras grises de aspecto inhumano. Y, en 1966, apareció el Mothman (Hombre Polilla) que se dejó ver en Point Pleasant, era un ser alado y de ojos rojos, cuyas apariciones parecían anunciar tragedia. En 1974, en Coyame, México, se reportó una colisión entre un ovni y un avión, y la operación militar que siguió fue tan enigmática como secreta, alimentando rumores de aniquilación del batallon militar y encubrimiento.

Casos como estos se multiplicaron alrededor del mundo, narrando encuentros que iban desde luces inexplicables en las alturas hasta criaturas de otro mundo. En 1997, las "Luces de Phoenix" iluminaron el cielo de Arizona, un fenómeno tan impactante que miles de personas pudieron observar, asombrados, preguntándose si acaso el universo les estaba enviando un mensaje. Cada uno de estos encuentros, y tantos otros acumulados con los años, planteaban una idea inquietante: quizás, "ellos ya estaban aquí". Tanto misterio y tantas historias terminaron presionando a la Marina de EE.UU. y al Pentágono, que en 2020 abrieron sus archivos y reconocieron la existencia de fenómenos aéreos no identificados.

Pero la frase “Ellos ya están aquí” no se trata solo de evidencias; es la experiencia viva de cada uno de los testigos, quienes desde los años 40 han vivido momentos que desafían toda lógica y los han marcado de por vida. No son simples anécdotas; son encuentros que dejaron huellas profundas en sus mentes, una marca que persiste con el peso de lo inexplicable. Para ellos, la frase se convierte en algo más profundo e íntimo, en una sensación que pocos pueden entender del todo.

Hoy, en el Nido de Ideas del profesor Arturo Rosales, tenemos la oportunidad de escuchar un relato testimonial, es un documental aparente que desafía lo conocido y nos sumerge en la esencia misma del enigma ovni. La historia  de cuenta con un Audiorelato, dividido en 5 capítulos (episodios) intensos y sobrecogedores, donde tratan de recrearse escenas sacadas de un sueño fantasioso —o quizás de una pesadilla—, pues los límites de la realidad se vuelven borrosos, y lo inexplicable se manifiesta, tangible y aterrador gracias a los sonidos. El relato comienza en una noche cualquiera, en un lugar ordinario, cuando una persona se encuentra inmersa en una situación que no debería estar sucediendo, y sin embargo, allí está, como si el universo permitiera asomarse a un abismo incomprensible, donde hay un toque helado de lo desconocido, de lo oculto. En esta situación el personaje central está siendo llevado hacia una puerta que, una vez cerrada, jamás podrá regresar. Cada detalle —la fría sensación de ser vigilado, el corazón latiendo con fuerza, el instante en que la realidad se desmorona y lo imposible, toman forma— invita a experimentar en carne propia lo que significa entender, en un momento indescriptible, que realmente, "Ellos ya están aquí... pueden disponer de alguien y no hay ninguna escapatoria".

Ellos Ya Están Aquí: Audiorelato en 5 capítulos

Escuchar todos los capítulos del Audiorelato
dando "Click en la imagen" y elija la opción de
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Perseo Rosales Reyes
Noviembre de 2024




noviembre 01, 2024

Durante un viaje de nostalgia, regresando de su terruño oaxaqueño, mi querido Papá, el profesor Arturo Rosales Toledo, recordaba que en sus días de secundaria, quizá en 1947 o 1948, viviendo en Huajuapan, Oaxaca, lejos de casa, se emocionó leyendo por primera vez “La Ilíada”. Sin embargo, se le dificultó entender los versos y cantos del épico poema: “…en ese entonces creí que los griegos tenían que ser muy tontos para irse a la guerra por un mal de amores –platicaba el profesor Arturo–. Mucho después pensé que esa guerra entre griegos y troyanos fue un capricho de las diosas del Olimpo. Pero casi al terminar mi carrera de profesor, cuando leí otra vez ese libro de Homero, entendí que el destino ya estaba escrito, aunque había cosas que pudieron cambiar debido a la personalidad de las diosas involucradas, principalmente Hera”.


En la mitología griega, Hera fue la hermana de Zeus e hija de Cronos y Rea. Desde niña, mostró una capacidad especial, pues en sus visitas al bosque de Pholóē conversaba con las dríadas, quienes le confiaban sus problemas con los centauros, cuyo tosco paso dañaba las raíces de los robles, obligándolas a enterrarse más y más. Entonces, la pequeña Hera convocó a las dríadas y centauros para establecer acuerdos de respeto y colaboración, transformando el bosque en un hogar armonioso para todos sus habitantes. Al entrar en la adolescencia, Hera desplegó su belleza divina en una estampa cautivadora. Su figura esbelta y elegante se movía con gracia innata; su cabellera dorada resplandecía como el sol, y sus ojos, siempre brillantes, atrapaban la atención de quienes osaban contemplarla. Su pureza interior irradiaba una gracia y majestuosidad que la envolvían, dando una impresión de divinidad y nobleza. Esto cautivó al joven Zeus, quien pidió el permiso de Cronos para desposarla. El padre condicionó el permiso a la aceptación de la ingenua Hera, entonces, Zeus se transformó en un “pajarillo cuco moribundo” y se arrojó en su camino fingiendo una triste condición que despertó la lástima de Hera. Ella lo recogió y lo cuidó, hasta que él reveló su verdadera identidad. A pesar del engaño, Zeus se disculpó ofreciéndole matrimonio, y con la anuencia de Cronos, Hera aceptó convertirse en su consorte.


En el reino olímpico, Zeus y Hera emergieron como la pareja suprema simbolizando autoridad moral y justicia. No obstante, esa relación no fue sencilla. Durante un tiempo disfrutaron de una relación amorosa intensa, pero Zeus pronto desatendió a Hera, quien fue consciente de sus múltiples infidelidades. Aunque su amor por él era profundo, las constantes traiciones la llenaban de enojo y decepción, forjándola como una noble y ferviente protectora de la lealtad y la integridad matrimonial. La diosa creía firmemente que proteger el vínculo conyugal era esencial para mantener una familia plena y unida. Cada traición no solo era una afrenta personal, sino un agravio contra los valores y creencia que ella defendía con fervor. Así, Hera se convirtió en una consorte empática, sabia y valiente, pero también mostró el maniqueísmo, el rigor y la obstinación que definían su personalidad. 

La intervención en el juicio de Paris fue un momento clave que exhibió la complejidad en la personalidad de la diosa Hera. Con su peculiar estilo narrativo relataba el profesor Arturo, que: “El ego de Zeus estuvo detrás de una gran celebración, pero se le olvidó invitar a la diosa de la discordia, esta fue al evento para dejar una manzana de oro con la frase "A la diosa más bella", entonces las diosas: Hera, Afrodita y Atenea reclamaron el fruto, pero Zeus encargó al príncipe Paris, un joven y guapo mortal, hijo de Príamo, Rey de la legendaria Troya, que a su criterio eligiera a la diosa más bella del Olimpo, que supuestamente sería su esposa, entregándole la manzana dorada. Ese Príncipe se dejó tentar por las promesas de las tres diosas, cada una ofreciéndole respectivamente un don tan deseado como peligroso: poder, amor o inteligencia”. Paris dio la manzana a Afrodita, recibiendo el amor: “…eso que ella ofrecía como el sentimiento más sincero y noble del individuo, capaz de desvanecer el odio y colmar de alegría, de dicha y compasión a los corazones de los hombres”. Sin embargo, para Hera y Atenea, las diosas despreciadas, el joven príncipe se había dejado manipular con los ardides de Afrodita, y tantito peor: “…al deliberar su decisión Paris no eligió a la diosa más hermosa –decía el profesor Arturo-, sino que realmente ese príncipe exhibió ante todo el mundo a las diosas más feas… ya fuera por su físico, su carácter, su actitud o sus sentimientos”, por eso, aparentemente Atenea estaba muy molesta y Hera sentía un gran enojo, además esa maña de Afrodita alcanzaría a Helena de Esparta, la esposa del perverso rey Menelao, hechizándola hasta llevarla a los brazos de Paris.


Decía el profesor Arturo: “En ese juicio, Paris tampoco eligió a Afrodita sino el amor que le prometió, pero no era un amor puro, era algo distinto, un amor carnal, que es el de la tentación, del irreprimible deseo de posesión, al que Helena correspondió atraída por la galanura de Paris y obviamente, invadida con la sutil esencia de Afrodita”. Tal acto de infidelidad, ocurrido por primera vez durante un descuido del esposo mientras realizaba un acto de veneración en honor de Atenea, en el santuario de Terapne, no habría trascendido de no ser por el arrebato y la osadía de Paris, quien decidió continuar la insana relación apostando a Helena en un duelo con Menelao: “…que era un guerrero experimentado, muy hábil y ostensivo; eso valía para ganarle fácilmente el combate al joven rival de amores, bastando con darle una certera estocada en el corazón. Pero entonces, el hermano Héctor intervino enfrentando al rey burlado y salvando a Paris de una muerte segura. Luego de esconderse algunos días, pudieron escapar hacia Troya llevándose a Helena.”

Consternado por las noticias, el rey Príamo sintió un terrible enojo por el proceder de sus hijos; sin embargo, todo sentimiento negativo se esfumó al verlos llegar sanos y salvos, resguardados tras las murallas de su ciudad ilión; ahí: “…en vez de un buen regaño o un castigo ejemplar -relataba el profesor Arturo-, el mamarracho Paris fue vitoreado como un héroe y su gran trofeo: la loca de Helena, fue nombrada princesa de la corte de Troya”. Tales actos proporcionaron al burlado rey Menelao y a su ambicioso hermano, el rey Agamenón, un pretexto perfecto para unir sus fuerzas bélicas y restaurar su honor, lo que les permitiría someter el reino de Príamo y saquear sus tesoros, sin embargo, Atenea, y en particular la diosa Hera, vieron la oportunidad de darle un escarmiento a Paris, así como a todos sus protectores encabezados por su padre, el Rey Priamo, sus esposas Arisbe y Hécuba, así como su múltiple descendencia. Entonces: “… las diosas ofendidas incitaron una gran cruzada hasta la ciudad de ilión, que es el nombre de Troya –explicó el profesor Arturo-, dando origen a lo que conocemos como la Guerra de Troya, o la Ilíada [la batalla en ilión]”. 


Con su poderosa influencia, la diosa Hera motivó el ímpetu de conquista y venganza del enorme ejercito micénico comandado por el rey Agamenón, cuyos soldados aqueos sitiaron Troya alrededor de su muralla, a fin de atacar y desatar una guerra, sin embargo, su intención divina no era destruir Troya, Hera quería primordialmente escarmentar a los cobardes e indignos como el príncipe Paris, que simbolizaba, según ella, a los fulanos cegados por la codicia y la lujuria que solo son capaces de exhibir su infidelidad y cobardía. El profesor Arturo explicó: “Debido a su poder e ingenio, Hera tramaba con Atenea para amolarse a Troya. Pero a pesar de su coraje contra Paris y los troyanos, le tenía afecto al primogénito Héctor, hermano de Paris, y no le deseaba ningún mal”. La diosa Hera apreciaba mucho el carácter de los guerreros, que no consistía en su fortaleza, sino en su nobleza. Por un lado, estaba Héctor quien se destacaba por su sensatez, valentía y cabalidad, por eso la diosa lo protegía silenciosamente junto a su esposa Andrómaca, asegurando que su unión permaneciera firme frente a la adversidad y mantener ese modelo de virtud que pudiera redimir la deshonra de su hermano Paris. Por otro lado, estaba Aquiles que peleaba por una obligación del rey Agamenón, pero esperaba vengar la muerte de su amigo Patroclo y el ultraje a su pareja Briseida. “Ambos guerreros eran formidables rivales -decía el profesor Arturo-, pero el destino en su curso ya escrito e implacable, llevó a Aquiles a desafiar a Héctor en una lucha directa”. La angustia invadió a la diosa Hera al enterarse de la pelea, sabiendo que la muerte de Héctor sería un golpe devastador para todo lo que ella defendía, y que Aquiles no merecía morir porque combatía por el honor de Patroclo. Esa batalla finalizó cuando Héctor, el pilar de Troya y defensor de su pueblo, murió clavado por la lanza de Aquiles, marcando el inicio de la caída de Troya.


La artimaña del caballo permitió la entrada de los aqueos a la legendaria ciudad, desatando muerte y destrucción. Hera, que observaba desde el Olimpo, no encontraba regocijo en ese mar de sufrimiento durante la destrucción de Troya, pues su deseo nunca fue la aniquilación total. Y un nuevo golpe la afectaría: “… pues Hera sufrió una profunda decepción cuando vio al desgraciado de Paris oculto desde las sombras y por la espalda, disparar la flecha que mató a Aquiles -El profesor Arturo reflexionaba-, este acto traicionero marcó de dolor a Hera, quien veía en Aquiles un símbolo indestructible de honor y valentía”. Al finalizar esa guerra, la diosa Hera vio en los sobrevivientes una mirada que revelaba temor y un destello de esperanzas, comprendiendo que las verdaderas hazañas no son los triunfos en la batalla, sino que son esos actos de humanidad que infunden el ánimo de vivir y seguir adelante, a pesar de lo oscura que pueda ser la adversidad. 

Lamentablemente la historia mitológica describe a Hera como una diosa omnipotente, celosa y vengativa, pero su personalidad realmente es una fusión entre fuerza, poder y coraje, rasgos que confluyen en su espíritu protector porque en el trasfondo poseía una sensibilidad que resonaba con la experiencia humana. Para ella, la lealtad y el honor no eran solo ideales abstractos, sino valores esenciales que debía proteger para evitar que el caos y la traición destruyeran las relaciones y las uniones que dan sentido a la existencia de los mortales. Y aunque su carácter era conocido por ser implacable ante la traición y la deslealtad, no se trataba de una dureza carente de propósito. Con cada intervención que ejecutaba, Hera demostraba que la justicia, aunque fuese de origen divino, siempre alcanzaría alguna profundidad humana, especialmente por la inocencia. Por ello, la diosa fue firme y obstinada porque consideraba que la justicia debía ejercerse sin vacilación para preservar el orden y la integridad de los valores esenciales: “…las acciones de Hera no buscaban que alguien ganara, sino proteger lo que realmente importa, presionando a vivir con integridad”, decía el profesor Arturo.


La comprensión profunda de la Iliada, la fascinación por la mitología griega, junto a su inquebrantable fe en el evangelio católico y el apoyo de su esposa Gloria, forjaron en el profesor Arturo la convicción de enseñar a sus hijos, que: “La verdadera personalidad no está en lo que somos, sino en lo que hacemos para proteger y mantener unidos a quienes queremos”. Así lo hizo hasta su último aliento de vida. Y sea por obra del azar o porque realmente existe un rumbo inevitable del destino, entre su familia resplandeció la hija pequeña, dotada de un carácter firme, con una capacidad y una fortaleza notables, demostrando con creces la predisposición para auxiliar solidariamente a los demás, resolviendo problemas con decisión. Esa hija, ahora convertida en una guardiana moral del legado familiar que el profesor dejara a su paso, mantiene encendidos los ideales que él inculcó. Y su nombre, en una justa, poética o mitológica coincidencia, también es Hera.





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