En los legendarios escritos del doctor Don Joseph Manuel Ruiz y Cervantes, titulado: MEMORIAS DE LA PORTENTOSA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE XUQUILA, del año 1791, se relata que “Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción”, es una advocación mariana del pueblo de Santa Catarina Juquila, del Obispado de Oaxaca, materializada en la ferviente veneración de una milagrosa figura, desde el último cuarto del siglo XVI.
El misterio, la virtud o el atributo que rodea a la adorada figura mariana para identificarla como “La Milagrosa Virgen de Juquila”, se relata en la siguiente historia:
Era el año de 1552 cuando el intrépido fraile dominicano Fray Jordán de Santa Catarina arribó a las tierras de la verde Antequera (Oaxaca) con una misión evangelizadora, portando desde España una pequeña imagen esculpida de la Virgen de la Pura y Limpia Concepción. Este devoto fraile realizaba su labor teniendo a su servicio a un joven indígena chatino, originario del pueblo de Amialtepec. En un gesto de profunda generosidad el fraile obsequió a este personaje la sacra figura, el joven, henchido de emoción se llevó la imagen a su pueblo y la colocó en un rústico santocale, o sea una modesta "casa de los santos", donde los habitantes curiosearon y luego por costumbre comenzaron a rezarle rosarios; cuando la Virgen escuchó sus quejas, sus ruegos y suplicas empezó a concederles favores celestiales, por eso emergió como la espuma un grandioso fervor.
Pronto fue objeto de atención de toda la gente de Amialtepec y de los pueblos vecinos, ya que su renombre como una santa de las peticiones se consolidaba con cada milagro. Entonces, durante un extraño invierno los indígenas no pudieron controlar un voraz incendio alimentado por los impetuosos vientos, que al extenderse más allá de los campos de siembra arrasó con el pueblo, consumiendo el santocale por completo. No obstante, en medio de las cenizas y de la devastación total, la figura de la Virgen emergió ilesa con sus vestiduras y cabellos intactos, salvo por su rostro, que había adquirido un tono ennegrecido, marcado por algunas pequeñas lastimaduras, así se evidenciaba el milagro más notable de la divinidad. Los devotos intentaron restaurarla, pero pronto comprendieron que quizás la Virgen deseaba adoptar el moreno color de sus fieles creyentes.
En las décadas posteriores la majestuosidad de la Virgen de Juquila se consolidó, y en el año de 1633, el sacerdote de Juquila, Don Jacinto Escudero, decidió trasladarla a su iglesia; sin embargo, la historia relata que tras unos días de permanecer en ese lugar, la Virgen desapareció regresando milagrosamente a Amialtepec. El pueblo de Juquila reclamó un robo, mientras los habitantes de Amialtepec proclamaron un milagro. En dos veces se intentó el traslado y en dos veces la Virgen regresó a su lugar originario. Según la historia, pasaron muchos años hasta que otro sacerdote, don Manuel Cayetano, planeó trasladar la figura por tercera vez, pero sabiendo de los intentos anteriores, previamente pidió al obispo de Oaxaca (la verde Antequera) Don Fray Ángel Maldonado que publicara un decreto oficial de su traslado, así el 30 de junio de 1719 se concedió el cambio sentenciado con las siguientes palabras:
“Por quanto tenemos mandado y repetimos el órden de que la Soberana Imagen de nuestra Señora de Amialtepec esté siempre en la Parroquia de Xuquila, respecto de ser esta providencia necesaria para la veneración de la Soberana Imagen, por los motivos que tuvimos y perseveran et […]”
La milagrosa virgen se trasladó definitivamente a Juquila en una solemne procesión, con los fieles caminando detrás del cura, del teniente y de un vicario, quienes avanzaban humildes, descalzos y sumisos, siguiendo la sagrada figura y en su mente resonando una oración:
“Madre Querida, Virgen de Juquila, Esperanza eterna que en cada pupila brilla.
Nuestra vida en tus manos entregamos, Cuídanos del mal, en este mundo injusto y vano.
Si ves que nuestra vida se vuelve turbia y torcida, No nos abandones, guíanos en esta lucha encendida.
Protege a los peregrinos en cada sendero, Y acompáñanos hasta tu nueva morada bajo tu amparo sincero.
Vela por los pobres sin sustento ni pan, Retribúyeles lo que les quitan sin razón ni afán.
Acompáñanos, Madre, en este viaje terrenal, Y líbranos del pecado, por siempre y sin final.
Amen”
ODA A LA VIRGEN DE JUQUILA
Virgen de Juquila, luz en nuestra vida, Madre celestial, en ti hallamos guía. De tus manos brota el amor divino, En tus ojos, calma y luz de un destino.
En el silencio de la noche estrellada, Tu manto nos cubre, nos brinda esperanza. Virgen de bondad, madre de piedad, A ti elevamos nuestra fe y humildad.
Guardiana de sueños, en cada travesía, Tu presencia es faro en nuestra agonía. Acompáñanos siempre, en cada sendero, Virgen de Juquila, amor verdadero.
En tu nombre hallamos consuelo y paz, A ti nos entregamos, madre sin igual. Tus hijos te veneran con devoción sincera.
Oh Virgen de Juquila, eres reina y madre eterna.