¡Ellos ya están aquí...!
La frase resuena en la oscuridad, cargada de un misterio profundo y escalofriante. No es solo una advertencia; es como un recuerdo que persiste en la mente de los testigos, sembrando un miedo que obliga a levantar la vista con sigilo, como tratando de ver y encubrirse de algo que pudiera estar acechando desde lo alto. Hay una mezcla de cautela y miedo, en cada testigo que mirá hacia el cielo, esperando —o temiendo— vislumbrar algo que desafíe su cordura, su conocimiento y pueda raptarlo contra su voluntad.
Todas estas sensaciones tienen un origen que se remonta a los turbulentos cielos de Europa, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando pilotos aliados reportaron en 1941 las primeras visiones de los llamados ¨foo fighters", o "cazas de fuego". Esferas luminosas que aparecían junto a los aviones de combate, danzando en el aire con maniobras imposibles, esquivando disparos y retando cualquier explicación lógica. Estas apariciones fugaces, más allá de ser ilusiones o ataques enemigos, se convirtieron en el primer indicio de algo que excedía la realidad conocida, era la primera grieta en el tejido de la normalidad.La fiebre ovni creció en 1947, cuando Kenneth Arnold divisó misteriosas luces volando sobre el Monte Rainier "como platillos sobre el agua", y más tarde, el 2 de julio de ese años sucedió el famoso caso de Roswell, en Nuevo México, donde el supuesto hallazgo de un “platillo volador” en un rancho local desató titulares y teorías conspirativas. Con estos incidentes, una semilla fue plantada: ¿Quiénes son ellos? ¿Qué buscan en la Tierra? Las preguntas eran tan intensas como las miradas ansiosas al cielo, que desde entonces tratan de entender lo incomprensible.
La “casuística ovni” comenzó a expandirse con numerosos incidentes y reportes, entonces hubo la necesidad de clasificar estos encuentros. El cientifico Josef Allen Hynek fue el primer investigador ufológico que tipificó los casos de avistamiento y contacto, y así se identificaron los encuentros visuales de seres de otros mundos como encuentros del tercer tipo, y los secuestros o abducciones como el aterrador cuarto tipo. A lo largo de las décadas, se acumularon relatos tan asombrosos como el del "Monstruo de Flatwoods" en 1952, una extraña criatura de ojos ardientes que aterró a quienes la avistaron en Virginia Occidental. En 1961, la pareja de Betty y Barney Hill reportó una de las primeras abducciones extraterrestres ampliamente documentadas, asegurando haber sido llevados y sometidos a experimentos dentro de una nave alienígena.
Otros casos estremecedores sucedieron en los años siguientes, como el de Travis Walton en 1975, quien desapareció durante cinco días y volvió relatando su experiencia dentro de una nave alienígena. En Pascagoula, en 1973, dos hombres fueron abducidos por figuras grises de aspecto inhumano. Y, en 1966, apareció el Mothman (Hombre Polilla) que se dejó ver en Point Pleasant, era un ser alado y de ojos rojos, cuyas apariciones parecían anunciar tragedia. En 1974, en Coyame, México, se reportó una colisión entre un ovni y un avión, y la operación militar que siguió fue tan enigmática como secreta, alimentando rumores de aniquilación del batallon militar y encubrimiento.
Casos como estos se multiplicaron alrededor del mundo, narrando encuentros que iban desde luces inexplicables en las alturas hasta criaturas de otro mundo. En 1997, las "Luces de Phoenix" iluminaron el cielo de Arizona, un fenómeno tan impactante que miles de personas pudieron observar, asombrados, preguntándose si acaso el universo les estaba enviando un mensaje. Cada uno de estos encuentros, y tantos otros acumulados con los años, planteaban una idea inquietante: quizás, "ellos ya estaban aquí". Tanto misterio y tantas historias terminaron presionando a la Marina de EE.UU. y al Pentágono, que en 2020 abrieron sus archivos y reconocieron la existencia de fenómenos aéreos no identificados.
Pero la frase “Ellos ya están aquí” no se trata solo de evidencias; es la experiencia viva de cada uno de los testigos, quienes desde los años 40 han vivido momentos que desafían toda lógica y los han marcado de por vida. No son simples anécdotas; son encuentros que dejaron huellas profundas en sus mentes, una marca que persiste con el peso de lo inexplicable. Para ellos, la frase se convierte en algo más profundo e íntimo, en una sensación que pocos pueden entender del todo.
Hoy, en el Nido de Ideas del profesor Arturo Rosales, tenemos la oportunidad de escuchar un relato testimonial, es un documental aparente que desafía lo conocido y nos sumerge en la esencia misma del enigma ovni. La historia de cuenta con un Audiorelato, dividido en 5 capítulos (episodios) intensos y sobrecogedores, donde tratan de recrearse escenas sacadas de un sueño fantasioso —o quizás de una pesadilla—, pues los límites de la realidad se vuelven borrosos, y lo inexplicable se manifiesta, tangible y aterrador gracias a los sonidos. El relato comienza en una noche cualquiera, en un lugar ordinario, cuando una persona se encuentra inmersa en una situación que no debería estar sucediendo, y sin embargo, allí está, como si el universo permitiera asomarse a un abismo incomprensible, donde hay un toque helado de lo desconocido, de lo oculto. En esta situación el personaje central está siendo llevado hacia una puerta que, una vez cerrada, jamás podrá regresar. Cada detalle —la fría sensación de ser vigilado, el corazón latiendo con fuerza, el instante en que la realidad se desmorona y lo imposible, toman forma— invita a experimentar en carne propia lo que significa entender, en un momento indescriptible, que realmente, "Ellos ya están aquí... pueden disponer de alguien y no hay ninguna escapatoria".
Ellos Ya Están Aquí: Audiorelato en 5 capítulos
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