Amada familia...
Cada instante que compartí con ustedes me hizo sentir tan afortunada. Los chuchinis, como les dice Papá, nacimos sin entender el mundo. Despertamos a la vida con dos sueños simples: tener algo que comer y vivir un día más. Pero en mi mundo, el que conocí siendo una pequeña cachorra con una apariencia de ardillita, descubrí un sueño mucho más hermoso: pertenecer a esta familia. Ustedes me dieron más de lo que una criaturita como yo jamás podría haber deseado. Nunca pasé hambre, nunca tuve frío, y cada día con ustedes fue una alegría que quedó grabada en mi corazón.
Recuerdo algunos viajes en aquel cochecito azul de Papá. Me acomodaba en el medallón, mirando el mundo pasar con el viento soplando entre mi pelaje. Aunque a veces sentía ganas de explorar todo lo que veía, siempre preferí quedarme donde ustedes estaban. Sabía que, mientras estuviéramos juntos, todo estaría bien. Incluso cuando dejamos aquella casa de las escaleras redondas, supe que no importaba el lugar a donde fuesemos, porque mi verdadero hogar siempre estaría donde sus corazones latieran.
Tal vez
soñé con criar mis propios cachorritos, que crecieran y pudieran sentir el amor
y la seguridad que ustedes me dieron. Ese sueño fue realidad cuando
llegaron los papás de Papá con las tías: Peka, Cachis y Werys, trayendo a su Jashito. Entonces tuve y cuidé
de una hermosa camada con todo mi instinto maternal, hasta que cada uno fue
adoptado encontrando su propio hogar. Aunque me quedé únicamente con mi
cachorrita Camila, siempre sentí que, rodeada de ustedes, jamás estaríamos solas ni abandonadas.
Porque el verdadero amor es lo que nos mantiene unidos, más allá de la
distancia, el tiempo o las dificultades.
Y cómo
olvidar esos momentos especiales, como cuando rasuraron mi pelaje
trasquilándome en forma de un borrego. Fue algo indignante que no podía soportar; en
ocasiones de estos enojos me tranquilizaba rascando con todas mis fuerzas el asiento
de algún sillón. Y luego estaban Melody y Panque... haciendo travesuras a veces
me sacaban de quicio, pero yo, con gruñidos y ladridos siempre intentaba meterlos
al orden. También escuchaba la música que sonaba en casa, especialmente el
rock, el pop y la electrónica. Pero ¡ay! cómo odiaba el breakdance... cada vez
que escuchaba esa palabra, recordaba las vueltas que Papá me daba mientras yo
estaba echadita en el suelo, y no podía evitar gruñirle.
Siempre
fui respetuosa de mis espacios en casa, como ir al baño donde se debe o ese lugar especial en el lado
derecho del sofá, donde solía acurrucarme para pasar la tarde, o frente al ventilador donde me refrescaba
en los días calurosos, o mi rincón favorito que fue la recámara de Veruca, y su
cama fue mi santuario.
Mi gentil
Veruca, acurrucada a tu lado me sentí segura y amada, siempre cuidaste de mi bienestar con tanto cariño. Gracias por darme ese espacio, por
permitirme compartir tu recamara y por atenderme preocupándote de mis antojos y
de mi salud. Mi piadosa Jarrita, aunque a veces me hacías enojar, no te quería
porque fueras una wuera o una negrita, sino te quise por esos abrazos y tus
dichos que eran como un bálsamo de emoción y de ternura. Gracias por cuidarme
desde que era una cachorra, por alimentarme y por atender mi enfermedad. Mi
dulce Beba, fuiste parte de los mejores momentos de mi vida, siempre jugabas
conmigo y me consentías dándome ropa, esos abrigos, los disfraces y tu
disposición de salir a comprarme el antojito de las deliciosas patitas de
pollo, haciéndome sentir como una afortunada compañera de tu vida.
Mi entrañable Mamá, gracias por llevarme a tu casa, por darme un hogar, siempre sentí tu
amor, incluso en los momentos más difíciles. Y a ti, estimado Papá, gracias por
protegerme y estar siempre para mí. Sé que en los últimos días ya no pude levantarme
a recibirte como antes, pero siempre lo hubiera hecho con la misma alegría.
Ahora, mi
amada familia, ya viví una vida plena, llena de amor. Si pudiera realizar un
último sueño, sería verlos en paz, sabiendo que siempre estaré con ustedes, en
cada rincón de la casa, en cada recuerdo compartido. Aunque ya no me vean a su
lado, seguiré con cada uno de ustedes, en cada momento de dicha, en cada paso
que den juntos, viviendo en sus corazones, que es el nuevo hogar que Ustedes me
han dado.
Con todo
mi amor y gratitud.