del Profr. Arturo Rosales Toledo

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diciembre 11, 2024


La Virgen de Guadalupe, el mayor emblema de la religiosidad en México después de la veneración a Cristo, trasciende su papel como símbolo religioso o divinidad, porque su culto es profundo y se manifiesta explícitamente en los ámbitos culturales, idiosincráticos y psicológicos de la sociedad mexicana, fortaleciéndose continuamente desde la época de la Independencia.

En su momento, allá por 1884, el destacado intelectual, escritor y político mexicano Ignacio Manuel Altamirano, conocido por ser un ferviente defensor de las ideas liberales y promotor del progreso, de la educación y la cultura a través de diversas cartas, ensayos y obras publicadas, dedicó algo de su obra a reflexionar sobre la Virgen de Guadalupe. Altamirano escribió destacándose con su ensayo "La fiesta de Guadalupe" y capítulos en la publicación "Paisajes y leyendas, tradiciones y costumbres de México". En su escrito Altamirano describe con detalle cómo una celebración en honor a la Virgen congrega a miles en una manifestación de unidad e identidad, subrayando una devoción popular que alcanza una ritualidad religiosa en cada víspera del 12 de diciembre en que se realiza la festividad.


Efectivamente, desde su aparición en el cerro del Tepeyac en 1531, y con el paso de los siglos la Virgen de Guadalupe se convirtió en un cimiento de la identidad y unidad nacional de los mexicanos, particularmente por el papel de la imagen guadalupana en momentos históricos críticos, como la Guerra de Independencia, la Revolución mexicana o la Guerra cristera, donde su estandarte fue llevado los mismo por Miguel Hidalgo que por campesinos desposeídos y fieles creyentes; esto ha cimentado su estatus como un símbolo de resistencia y esperanza.

Además, su influencia llega a todo el territorio y trasciende fronteras, siendo un emblema de la identidad mexicana incluso en las comunidades de los mexicanos en el extranjero, por eso cada 12 de diciembre, de todos lados incluyendo el extranjero, millones de peregrinos acuden a la Basílica de Guadalupe en la Ciudad de México para rendirle culto, demostrando su papel central en las tradiciones y festividades nacionales. Su imagen es omnipresente, apareciendo no solo en iglesias, sino también en hogares, mercados y hasta en la indumentaria popular, como las famosas "mantas guadalupanas" que asemejan las tilmas prehispánicas.

En el ámbito idiosincrático, la imagen guadalupana representa un fenómeno de sincretismo religioso único en el mundo y en la historia. Su culto es actualmente un punto especial de convergencia entre las creencias indígenas prehispánicas y el evangelio católico traído por los colonizadores españoles. La aparición de la Virgen al santo indígena Juan Diego en el Tepeyac, que era un lugar previamente asociado con la diosa azteca Tonantzin, simboliza esta fusión de tradiciones y ha permitido que la devoción a la Virgen ahora sea inclusiva y representativa de la diversidad cultural de México.

Este sincretismo ha facilitado que la Virgen de Guadalupe sea adoptada y venerada por diversos grupos y de distintos niveles socioeconómicos, convirtiéndose en un símbolo de identidad colectiva que trasciende diferencias étnicas, económicas y geográficas. Para todos, la Virgen es vista como una madre protectora y una intercesora accesible, lo que la convierte en una divinidad cercana a los fieles de todas las clases sociales.

En una perspectiva psicológica, la Virgen de Guadalupe también proporciona a sus fieles y devotos un sentido de estima, pertenencia y comunidad. Su imagen es un refugio espiritual en tiempos de adversidad, ofreciendo consuelo y esperanza a quienes enfrentan dificultades. La fe en la Virgen actúa como un apoyo emocional, ayudando a los creyentes a sobrellevar problemas personales y colectivos.

La figura de la Virgen también tiene un impacto positivo en la salud mental. Los rituales y peregrinaciones en su honor fomentan un sentido de propósito y de conexión con algo trascendental y superior, lo que puede reducir el estrés y mejorar el bienestar emocional. Además, la creencia en sus milagros y su capacidad de intercesión divina genera un sentimiento de optimismo y fortaleza, cruciales para la resiliencia psicológica.

Por todo lo anterior, no cabe la menor duda que la Virgen de Guadalupe, nuestra amada Virgen, es una figura de extraordinaria importancia en México, es objeto de un culto profundo, cuya historia y el milagro de su presencia continúan inspirando una fe inquebrantable, una esperanza inacabable y una unidad sólida en el corazón del pueblo mexicano.

Finalmente, en este post del Nido de Ideas se incluye a continuación el ensayo "La fiesta de Guadalupe" del libro Paisajes y Leyendas de Ignacio Manuel Altamirano, al cual se puede acceder con un click en la portada y es recomendable leer tranquilamente, disfrutando la narrativa de esa percepción de la guadalupana en el México de otros tiempos, ya muy lejanos de nuestra era.

M.M. Perseo Rosales Reyes
11 de diciembre de 2024




diciembre 06, 2024

En los legendarios escritos del doctor Don Joseph Manuel Ruiz y Cervantes, titulado: MEMORIAS DE LA PORTENTOSA IMAGEN DE NUESTRA SEÑORA DE XUQUILA, del año 1791, se relata que “Nuestra Señora de la Inmaculada Concepción”, es una advocación mariana del pueblo de Santa Catarina Juquila, del Obispado de Oaxaca, materializada en la ferviente veneración de una milagrosa figura, desde el último cuarto del siglo XVI. 


Imagen de la Inmaculada Concepción,
venerada en Santa Catarina Xuquila

El misterio, la virtud o el atributo que rodea a la adorada figura mariana para identificarla como “La Milagrosa Virgen de Juquila”, se relata en la siguiente historia:

Era el año de 1552 cuando el intrépido fraile dominicano Fray Jordán de Santa Catarina arribó a las tierras de la verde Antequera (Oaxaca) con una misión evangelizadora, portando desde España una pequeña imagen esculpida de la Virgen de la Pura y Limpia Concepción. Este devoto fraile realizaba su labor teniendo a su servicio a un joven indígena chatino, originario del pueblo de Amialtepec. En un gesto de profunda generosidad el fraile obsequió a este personaje la sacra figura, el joven, henchido de emoción se llevó la imagen a su pueblo y la colocó en un rústico santocale, o sea una modesta "casa de los santos", donde los habitantes curiosearon y luego por costumbre comenzaron a rezarle rosarios; cuando la Virgen escuchó sus quejas, sus ruegos y suplicas  empezó a concederles favores celestiales, por eso emergió como la espuma un grandioso fervor.

Pronto fue objeto de atención de toda la gente de Amialtepec y de los pueblos vecinos, ya que su renombre como una santa de las peticiones se consolidaba con cada milagro. Entonces, durante un extraño invierno los indígenas no pudieron controlar un voraz incendio alimentado por los impetuosos vientos, que al extenderse más allá de los campos de siembra arrasó con el pueblo, consumiendo el santocale por completo. No obstante, en medio de las cenizas y de la devastación total, la figura de la Virgen emergió ilesa con sus vestiduras y cabellos intactos, salvo por su rostro, que había adquirido un tono ennegrecido, marcado por algunas pequeñas lastimaduras, así se evidenciaba el milagro más notable de la divinidad. Los devotos intentaron restaurarla, pero pronto comprendieron que quizás la Virgen deseaba adoptar el moreno color de sus fieles creyentes.

En las décadas posteriores la majestuosidad de la Virgen de Juquila se consolidó, y en el año de 1633, el sacerdote de Juquila, Don Jacinto Escudero, decidió trasladarla a su iglesia; sin embargo, la historia relata que tras unos días de permanecer en ese lugar, la Virgen desapareció regresando milagrosamente a Amialtepec. El pueblo de Juquila reclamó un robo, mientras los habitantes de Amialtepec proclamaron un milagro. En dos veces se intentó el traslado y en dos veces la Virgen regresó a su lugar originario. Según la historia, pasaron muchos años hasta que otro sacerdote, don Manuel Cayetano, planeó trasladar la figura por tercera vez, pero sabiendo de los intentos anteriores, previamente pidió al obispo de Oaxaca (la verde Antequera) Don Fray Ángel Maldonado que publicara un decreto oficial de su traslado, así el 30 de junio de 1719 se concedió el cambio sentenciado con las siguientes palabras:

Por quanto tenemos mandado y repetimos el órden de que la Soberana Imagen de nuestra Señora de Amialtepec esté siempre en la Parroquia de Xuquila, respecto de ser esta providencia necesaria para la veneración de la Soberana Imagen, por los motivos que tuvimos y perseveran et […]”

La milagrosa virgen se trasladó definitivamente a Juquila en una solemne procesión, con los fieles caminando detrás del cura, del teniente y de un vicario, quienes avanzaban humildes, descalzos y sumisos, siguiendo la sagrada figura y en su mente resonando una oración:

“Madre Querida, Virgen de Juquila, Esperanza eterna que en cada pupila brilla.
Nuestra vida en tus manos entregamos, Cuídanos del mal, en este mundo injusto y vano.
Si ves que nuestra vida se vuelve turbia y torcida, No nos abandones, guíanos en esta lucha encendida. 
Protege a los peregrinos en cada sendero, Y acompáñanos hasta tu nueva morada bajo tu amparo sincero.
Vela por los pobres sin sustento ni pan, Retribúyeles lo que les quitan sin razón ni afán. 
Acompáñanos, Madre, en este viaje terrenal, Y líbranos del pecado, por siempre y sin final.

Amen”


Proyecto de la iglesia de Juquila, grabado por Francisco de Agüera

No había transcurrido mucho tiempo cuando un rayo cayó sobre la iglesia de Juquila, incendiando el techo lleno de zacate. Las paredes y el nicho fueron consumidos por las llamas, pero la figura permaneció intacta, en lo que fue interpretado como otro gran milagro. Aún más, en 1769, un incendio de la casa parroquial destruyó todas las viviendas cercanas, pero al sacar la imagen de la iglesia, el fuego milagrosamente se apagó.

Colocada en el altar mayor de la iglesia desde aquella fecha de su traslado, la veneración hacia la Virgen ha crecido con cada año, inspirando una fe y devoción inquebrantable en los corazones de sus miles de fieles. Hasta nuestros días, la figura de la Virgen de Juquila permanece, siendo el testimonio real del milagro de su historia.



ODA A LA VIRGEN DE JUQUILA

Virgen de Juquila, luz en nuestra vida, Madre celestial, en ti hallamos guía. De tus manos brota el amor divino, En tus ojos, calma y luz de un destino.

En el silencio de la noche estrellada, Tu manto nos cubre, nos brinda esperanza. Virgen de bondad, madre de piedad, A ti elevamos nuestra fe y humildad.

Guardiana de sueños, en cada travesía, Tu presencia es faro en nuestra agonía. Acompáñanos siempre, en cada sendero, Virgen de Juquila, amor verdadero.

En tu nombre hallamos consuelo y paz, A ti nos entregamos, madre sin igual. Tus hijos te veneran con devoción sincera. 

Oh Virgen de Juquila, eres reina y madre eterna.

 

noviembre 29, 2024

Alguna vez, en aquel entrañable pueblo de Tezoatlán de Segura y Luna, Oaxaca, enclavado en la meseta de un cerro de la Mixteca oaxaqueña, bajo un cielo claro, azulado, rodeado por las montañas del Nudo mixteco y de los ríos Salado, Santa Catarina y San Martín, cuyo pintoresco paisaje estaba adornado con mezquites, sabinos, guajes, cazahuates, carrizales y cactus, que bien pudo haber plasmado en un lienzo el afamado pintor del paisajismo mexicano: José María Velasco; ahí sucedió que, Arturito el niño primogénito de Tío Abdón y Tía Josefa, que cada mañana se despertaba con el canto del gallo lleno de ánimo y curiosidad, se emocionó desde la madrugada porque iría muy tempranito con su papá al barbecho de sus tierras de cultivo. 

—Hijo ¿Mañana me acompañas al campo a remover la tierra… qué dices?  

—¡Claro que sí, papá!

—Entonces, vete a dormir para poder madrugar.

Al día siguiente agarraron camino al campo yendo hacía el rumbo de “El Naranjo”, donde Tío Abdón había rentado unas tierras para sembrar algo de caña de azúcar que pudiera vender en la temporada navideña. 

Cuando llegaron al lugar, el cielo apenas empezaba a pintarse de naranja y Tío Abdón comenzó a trabajar, dándole el encargo a su hijo Arturito de ir recogiendo y amontonando la hierba y hojarasca removida. Con sus pequeñas manos el niño se esmeraba en ayudar al papá sintiendo como el fresco de la mañana se esfumaba por su esfuerzo físico, pero también por el calorcito del sol, cuyos rayos iluminaban de frente su infantil rostro.

Pero ahí empezó lo bueno, Arturito levantó la vista y a lo lejos vio algo que lo inquieto, contra la luz del sol que ya había salido completamente notó una figura oscura y delgada avanzando lentamente por el polvoriento camino. Era como si un ente hubiera salido de la neblina del amanecer perfilando débilmente su contorno. Con el corazón palpitándole de inquietud y un poco de miedo, se volteó hacia su papá y le dijo:

—¡Papá, alguien viene!

Su papá concentrado en la labor del campo solo murmuró algo prestándole muy poca atención. Arturito no podía quitarle la vista a esa figura que poco a poco se hacía más clara y más grande. Con cada paso que daba algo parecía resonar más fuerte en su pecho. Hasta que pudo distinguir que se trataba de una persona anciana, delgada, de un aspecto corrioso, cargando una gran bolsa que parecía contener algo pequeño, pero voluminoso. La manera lenta y parsimoniosa de su andar lo hacía más misterioso, e incrementaba las malas sensaciones del niño. 

Arturito volvió a alertar a su papá con un tono de voz más ansioso :

—¡Papá, ahí viene un viejo...!

—Sí, ¡estate tranquilo! —respondió su papá sin dejar de trabajar.

Sin embargo, Arturito no podía quitarse de la cabeza las palabras de su mamá, que en las noches lo mandaba a la cama diciéndole:

—Es hora de dormir, tus ojos debes cerrar, sino el viejo del costal te vendrá a llevar.

Estas palabras sonaban más intensamente en la mente del niño en cada paso de esa misteriosa figura acercándose hacia ellos, entonces, imaginaba que esa bolsa realmente era el costal con un niño desobediente encerrado adentro, que ya se lo llevaba por no querer dormir en la noche anterior. 

La figura ya estaba muy cercana y Arturito pudo distinguir un rostro arrugado pero expresivo, con una notable barba blanca. Vestía con un sombrero amarillento, una camisa arremangada de franela, un pantalón de sarga negra y huaraches. Ya que los rayos del sol acentuaban las sombras en esa figura, dándole una apariencia aún más enigmática, el niño sintió que el miedo se le subió hasta las orejas y volvió a decir:

—Papá, papá… ya viene el viejo...

—Sí, ¿y qué quiere? —respondió su papá, aún sin comprender la gran inquietud del niño.

De repente, la figura ya estaba justo enfrente de Arturito, levantó el brazo en un gesto que parecía amenazante a los ojos del niño. Arturito aterrorizado, convencido de que era su fin, gritó:

—¡Papá... ya me va a llevar...!

Alertado por el grito de su hijo Tío Abdón dejó lo que estaba haciendo y volteó rápidamente. Ahí estaba un señor de pie, apoyando una mano en la cabecita de Arturito, entonces ese viejo habló con una voz grave, pero familiar y llena de cariño: 

—¡Qué re gran pario Dón! ¿Qué le pasa a mi nieto?

¡Era su abuelitoo Juan Toledo! Venía de su trabajo en el rastro y traía una bolsa con cortes de carne para la familia de su querido yerno Abdón y su amada hija Josefa. El niño aliviado y avergonzado corrió a abrazar a su papá que reía por el malentendido. Desde ese día, Arturito ya no le tuvo miedo al "viejo del costal", sabiendo que solo sería alguien como su querido abuelo trayendo provisiones de carne para la familia. 

Al pasar el tiempo, el abuelo Juan enseño a Arturo su trabajo en el rastro, le enseño el placer de degustar cocinando una buena carne y ambos disfrutaron de muchas convivencias más, compartiendo variados momentos y fortaleciendo su lazo familiar. 

Con el pasar de los años Arturo recordaba con risas el momento, ya siendo profesor contaba la historia a sus alumnitos y siempre les decía:  

—A veces los miedos no son más que malentendidos o malas visiones. Por eso es necesario tener calma para que se aclaren las cosas. 

A la familia en particular le recomendaba mantener la tranquilidad y buscar calmados la verdad, porque las malas visiones, el miedo y la ignorancia nos pueden llevar a cometer errores. La clave está en confiar en quienes nos rodean, en hablar con ellos y, buscar o dar apoyo. 

Así, el Profesor Arturo enseñaba no solo con palabras, sino con sus vivencias llenas de aprendizajes y de la magia de su propia infancia.







noviembre 22, 2024

El Dr. Raymond Moody, un psiquiatra estadounidense y autor de renombre, es famoso por sus investigaciones sobre las experiencias cercanas a la muerte (ECM). En sus conferencias, Moody filosofa con preguntas profundas y existenciales, tales como: "¿Adónde nos vamos?" y "¿Hay vida después de morir?"


El Dr. Moody ha estudiado más de 1,000 casos de personas que fueron declaradas clínicamente muertas y luego regresaron a la vida. Estos individuos le contaron historias que desafían la comprensión científica convencional. En su libro más famoso, "Vida después de la vida", el Dr. Moody recopila testimonios que describen visiones de espacios brillantes, senderos de luz, ambientes apacibles y la presencia de seres queridos al otro lado.

Aunque el Dr. Moody no afirma que estas experiencias prueben la existencia de una vida después de la muerte, sugiere que podrían ser indicios de algún tipo de existencia más allá de lo físico, pues cree que estas experiencias son fenómenos reales que merecen ser estudiados y comprendidos más a fondo. Ha documentado testimonios de personas que describen encuentros con seres espirituales superiores, que algunos interpretan como percepciones de Dios. Esto coincide con las creencias religiosas sobre un Dios ubicuo, omnipresente, capaz de manifestarse para guiar y consolar a las personas. Religiones como el cristianismo, el islam y el hinduismo sostienen la idea de una vida eterna. Particularmente en la fe católica, la muerte no es el fin, sino un llamado de Dios para ofrecer a las almas piadosas el don de la vida eterna: "Hay que morir, para vivir. Entre tus manos, confío mi ser." Esta creencia alimenta en los fieles una perspectiva de esperanza y fe en la bondad y el propósito divino, encontrando consuelo en la promesa de una vida después de la muerte.


El Dr. Moody también señala que muchas personas que retornan de esa sensación de muerte, experimentan una transformación personal que incrementa su generosidad, su amor y su empatía hacia los demás, siendo comportamientos que reflejan las enseñanzas del evangelio. Él ha comentado que sus investigaciones lo han llevado a cuestionar cómo sería una relación con Dios al margen de las creencias tradicionales, descubriendo que la oración es el medio poderoso de consuelo, de paz y aceptación. Esto sugiere que, aunque sus estudios no están directamente vinculados a ninguna religión, reafirman las creencias espirituales de muchas personas.

En resumen, las investigaciones del Dr. Raymond Moody invitan a reflexionar sobre la posibilidad de una existencia más allá de la muerte. Aunque todavía no proporciona pruebas concluyentes, su trabajo ha abierto un diálogo sobre la naturaleza de la conciencia y la vida después de la muerte. Por eso, en esta ocasión compartimos la siguiente conferencia del Dr. Raymond Moody titulada: "¿Adónde vamos después de morir? ¿Hay vida?", donde comenta los fascinantes testimonios y sus profundas reflexiones sobre la vida más allá de la muerte.


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Perseo Rosales Reyes
Noviembre 22 de 2024



noviembre 17, 2024

La incertidumbre y el miedo ante la muerte han acompañado al ser humano desde tiempos inmemoriales. La posibilidad de un espíritu o alma que perdure más allá del último suspiro suscita preguntas profundas sobre nuestro verdadero ser. ¿Existe realmente un espíritu, una alma o un ser etéreo que inicie un viaje tras la muerte del cuerpo? ¿Podría este espíritu trascender a un plano superior, hasta un paraíso, guiado por una divinidad que premia la virtud y la rectitud?


En una reveladora entrevista con Roca Project, realizada hace poco tiempo, el investigador Español, Dr. Manuel Sans Segarra, revela los sorprendentes descubrimientos surgidos de sus cientos de investigaciones con pacientes que han tenido experiencias cercanas a la muerte, también conocidas como fenómenos de muerte (FM). En la penumbra del umbral entre la vida y la muerte, estos pacientes han relatado visiones tan impresionantes que desafían nuestra comprensión de la existencia física y sugieren la presencia de un reino etéreo y trascendental más allá de nuestra realidad cotidiana.

A lo largo de sus estudios, el Dr. Sans ha recopilado testimonios que describen luminosos senderos celestiales, encuentros con seres finados, y una profunda sensación de paz o unidad cósmica que trasciende el sufrimiento terrenal. Estas narrativas no solo conmueven por su belleza y espiritualidad, sino que también empiezan a configurarse como pruebas potenciales de un mundo que trasciende lo conocido, desafiando las fronteras de la ciencia y abriendo la puerta a interrogantes milenarias sobre la naturaleza del alma y el destino último de la humanidad.

Así, en un fascinante equilibrio entre ciencia, filosofía y misticismo, el trabajo del Dr. Sans no solo ilumina el misterioso limbo entre la vida y la muerte, sino que también invita a reflexionar sobre el propósito de nuestra existencia y la posibilidad de una continuidad más allá del velo de la mortalidad. La idea de un Dios benevolente, que permite ascender al cielo a quienes han llevado una vida ejemplar, se entrelaza con estos relatos, ofreciendo consuelo y esperanza a aquellos que temen el desconocido abismo de la muerte. Así, la labor del Dr. Manuel Sans Segarra se erige como un faro de esperanza y entendimiento, permitiendo vislumbrar un atisbo de eternidad en la enigmática frontera entre la vida y la muerte.

Click en la siguiente imagen y empiece a escuchar esta reveladora entrevista.


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M.M. Perseo Rosales Reyes
Noviembre de 2024


noviembre 06, 2024

¡Ellos ya están aquí...!

La frase resuena en la oscuridad, cargada de un misterio profundo y escalofriante. No es solo una advertencia; es como un recuerdo que persiste en la mente de los testigos, sembrando un miedo que obliga a levantar la vista con sigilo, como tratando de ver y encubrirse de algo que pudiera estar acechando desde lo alto. Hay una mezcla de cautela y miedo, en cada testigo que mirá hacia el cielo, esperando —o temiendo— vislumbrar algo que desafíe su cordura, su conocimiento y pueda raptarlo contra su voluntad.

Todas estas sensaciones tienen un origen que se remonta a los turbulentos cielos de Europa, en plena Segunda Guerra Mundial, cuando pilotos aliados reportaron en 1941 las primeras visiones de los llamados ¨foo fighters", o "cazas de fuego". Esferas luminosas que aparecían junto a los aviones de combate, danzando en el aire con maniobras imposibles, esquivando disparos y retando cualquier explicación lógica. Estas apariciones fugaces, más allá de ser ilusiones o ataques enemigos, se convirtieron en el primer indicio de algo que excedía la realidad conocida, era la primera grieta en el tejido de la normalidad.

La fiebre ovni creció en 1947, cuando Kenneth Arnold divisó misteriosas luces volando sobre el Monte Rainier "como platillos sobre el agua", y más tarde, el 2 de julio de ese años sucedió el famoso caso de Roswell, en Nuevo México, donde el supuesto hallazgo de un “platillo volador” en un rancho local desató titulares y teorías conspirativas. Con estos incidentes, una semilla fue plantada: ¿Quiénes son ellos? ¿Qué buscan en la Tierra? Las preguntas eran tan intensas como las miradas ansiosas al cielo, que desde entonces tratan de entender lo incomprensible.

La “casuística ovni” comenzó a expandirse con numerosos incidentes y reportes, entonces hubo la necesidad de clasificar estos encuentros. El cientifico Josef Allen Hynek fue el primer investigador ufológico que tipificó los casos de avistamiento y contacto, y así se identificaron los encuentros visuales de seres de otros mundos como encuentros del tercer tipo, y los secuestros o abducciones como el aterrador cuarto tipo. A lo largo de las décadas, se acumularon relatos tan asombrosos como el del "Monstruo de Flatwoods" en 1952, una extraña criatura de ojos ardientes que aterró a quienes la avistaron en Virginia Occidental. En 1961, la pareja de Betty y Barney Hill reportó una de las primeras abducciones extraterrestres ampliamente documentadas, asegurando haber sido llevados y sometidos a experimentos dentro de una nave alienígena.

Otros casos estremecedores sucedieron en los años siguientes, como el de Travis Walton en 1975, quien desapareció durante cinco días y volvió relatando su experiencia dentro de una nave alienígena. En Pascagoula, en 1973, dos hombres fueron abducidos por figuras grises de aspecto inhumano. Y, en 1966, apareció el Mothman (Hombre Polilla) que se dejó ver en Point Pleasant, era un ser alado y de ojos rojos, cuyas apariciones parecían anunciar tragedia. En 1974, en Coyame, México, se reportó una colisión entre un ovni y un avión, y la operación militar que siguió fue tan enigmática como secreta, alimentando rumores de aniquilación del batallon militar y encubrimiento.

Casos como estos se multiplicaron alrededor del mundo, narrando encuentros que iban desde luces inexplicables en las alturas hasta criaturas de otro mundo. En 1997, las "Luces de Phoenix" iluminaron el cielo de Arizona, un fenómeno tan impactante que miles de personas pudieron observar, asombrados, preguntándose si acaso el universo les estaba enviando un mensaje. Cada uno de estos encuentros, y tantos otros acumulados con los años, planteaban una idea inquietante: quizás, "ellos ya estaban aquí". Tanto misterio y tantas historias terminaron presionando a la Marina de EE.UU. y al Pentágono, que en 2020 abrieron sus archivos y reconocieron la existencia de fenómenos aéreos no identificados.

Pero la frase “Ellos ya están aquí” no se trata solo de evidencias; es la experiencia viva de cada uno de los testigos, quienes desde los años 40 han vivido momentos que desafían toda lógica y los han marcado de por vida. No son simples anécdotas; son encuentros que dejaron huellas profundas en sus mentes, una marca que persiste con el peso de lo inexplicable. Para ellos, la frase se convierte en algo más profundo e íntimo, en una sensación que pocos pueden entender del todo.

Hoy, en el Nido de Ideas del profesor Arturo Rosales, tenemos la oportunidad de escuchar un relato testimonial, es un documental aparente que desafía lo conocido y nos sumerge en la esencia misma del enigma ovni. La historia  de cuenta con un Audiorelato, dividido en 5 capítulos (episodios) intensos y sobrecogedores, donde tratan de recrearse escenas sacadas de un sueño fantasioso —o quizás de una pesadilla—, pues los límites de la realidad se vuelven borrosos, y lo inexplicable se manifiesta, tangible y aterrador gracias a los sonidos. El relato comienza en una noche cualquiera, en un lugar ordinario, cuando una persona se encuentra inmersa en una situación que no debería estar sucediendo, y sin embargo, allí está, como si el universo permitiera asomarse a un abismo incomprensible, donde hay un toque helado de lo desconocido, de lo oculto. En esta situación el personaje central está siendo llevado hacia una puerta que, una vez cerrada, jamás podrá regresar. Cada detalle —la fría sensación de ser vigilado, el corazón latiendo con fuerza, el instante en que la realidad se desmorona y lo imposible, toman forma— invita a experimentar en carne propia lo que significa entender, en un momento indescriptible, que realmente, "Ellos ya están aquí... pueden disponer de alguien y no hay ninguna escapatoria".

Ellos Ya Están Aquí: Audiorelato en 5 capítulos

Escuchar todos los capítulos del Audiorelato
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Perseo Rosales Reyes
Noviembre de 2024




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